28 octubre 2014

Te veo, te grabo



Hace tiempo, leí una distopía bastante interesante: Tierra, de David Brin, que nos mostraba un futuro a unos cincuenta años vista del presente. Desde entonces deben haber pasado ya dos décadas, casi la mitad del tiempo en que se emplazaba en el futuro la acción.

Una de las cosas que más me llamaron la atención fue la propuesta de que la gente (sobre todo, la gente mayor) iría todo el santo día con un grabador de imágenes a cuestas, almacenando todo lo que se les pasase por delante de las narices.

Y ciertamente, el futuro se ha hecho presente. Antes, en los conciertos nocturnos de música rock, veías multitud de lucecitas emitidas por los mecheros del público. Hoy día, -a parte de que se fuma menos- las lucecitas que pueden verse son las pantallas de los móviles que se dedican a grabar el concierto. Una cosa no es real aunque suceda ante tus ojos, si previamente no ha sido grabada por el móvil y posteriormente transferida a tu red social favorita.

Brin acertó bastante de pleno. Y eso que aún no hemos entrado en el dominio de las Google Glasses, que darán mucho que hablar y que aumentarán exponencialmente el fenómeno.

Incluso hay una cámara que se cuelga al cuello y que toma una instantánea cada cierto tiempo. De esta manera, podemos seguir la trayectoria vital de una persona, lo que me recuerda ligeramente al magnífico relato de J. G. Ballard, “Nieve”.

Y es que a veces pienso que, ciertamente, nos dirigimos a pasos agigantados hacia la singularidad tecnológica, pero en un sentido literal de singularidad: o sea, hacia un inmenso agujero negro lleno de bits y de memes del que nadie podrá escapar.