Correlaciones: Fukushima mon amour
Que la cultura japonesa es bastante diferente de la cultura
occidental europea o norteamericana es bastante conocido y evidente, pero
algunos de sus rasgos diferenciales pueden llegar a ser bastante sorprendentes.
Por ejemplo: analicemos el caso del accidente nuclear de
Fukushima y comparémoslo con el que hubo hace unas décadas en Chernobyl. Los
trabajadores de Chernobyl que se expusieron a las radiaciones para tratar de
construir un sarcófago capaz de contener las letales radiaciones fueron
tratados a posteriori como héroes (aunque tampoco es que fuesen premiados con
grandes cantidades de dinero). Pero al menos, tuvieron el reconocimiento social
de su sacrificio.
En cambio, en Fukushima sucede lo contrario: los
trabajadores que han tratado de contener la radiación y los vertidos al mar y a
la atmósfera han sido tratados por sus propios convecinos como auténticos
parias condenados al ostracismo, lo cual no sólo es injusto sino que además es
inhumano.
Este tipo de situaciones de ostracismo me traen a la memoria
uno de los mejores relatos de ciencia ficción de Robert Silverberg: “Ver al
hombre invisible” (“To See the Invisible Man”, 1963)
contenido en La otra sombra de la Tierra en el que el
castigo para todos los crímenes que se comenten es condenar al ostracismo al
delincuente, de manera que nadie puede “verlo”, ni hablarle ni tratar con él.
El relato es verdaderamente estremecedor.
El ostracismo ha sido practicado por muchas sociedades,
algunas tan civilizadas como la Atenas clásica, en que los parlamentarios escribían
en trozos de cerámica (‘ostrakon’, de ahí, ostracismo) el nombre los condenados
al exilio, generalmente por diez años.
Otro de los relatos clásicos sobre el ostracismo en ciencia
ficción es “Esquirol” (“Male Strikebreaker”, 1957), de Isaac
Asimov, en que la “casta” de empleados encargados de gestionar los residuos de
los asteroides se ven relegados al ostracismo social total, hasta el punto que
una sociedad prefiere sucumbir en sus propios residuos antes que tener que
tratar con los basureros.
En realidad no es muy diferente al trato que recibe la casta
de los intocables en la India o de otros grupos proscritos en otros países.
Cada civilización tiene, por desgracia, a sus “intocables” condenados a un
cierto ostracismo social.
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