16 abril 2009

Las amenazas de nuestro mundo

Isaac Asimov tiene un interesante ensayo publicado titulado Las amenazas de nuestro mundo en que analiza las distintas amenazas que puede sufrir la Tierra y la Humanidad a diferentes niveles de gravedad. Naturalmente, las catástrofes cósmicas se encuentran dentro de las más graves.

No obstante, este tipo de reflexiones no siempre son propias de la ciencia ficción. A veces son de rabiosa actualidad. Dejando aparte amenazas que se han convertido en "clásicas", como catástrofes ecológicas del calibre de la desaparición de la capa de ozono o del cambio climático global, hay algunas posibilidades, que han sido llevadas incluso al cine que ponen los pelos de punta.

Por ejemplo: una supererupción volcánica. La activación en cascada de una serie de supervolcanes nos complicaría notablemente la vida. A parte de las zonas directamente afectadas por la lava o por la sismicidad, las cenizas que se inyectarían a la atmósfera podrían generar algo parecido a un pequeño invierno nuclear y enfriar notablemente la superficie de la Tierra, al verse reflejado un porcentaje mayor del habitual de la luz solar incidente.

Por ejemplo: el impacto de un meteorito o de un cometa. Incluso uno relativamente pequeño, si impactase en el momento adecuado en el lugar equivocado podría provocar un sidral más que considerable. Imaginaos qué sucedería si en plena escalada bélica entre la India y Pakistán, o entre Corea del Norte y Estados Unidos, un objeto de origen desconocido impactase en uno de estos territorios. La verdad es que es una posibilidad bastante inquietante, máxime cuando ha estado a punto de suceder ya en alguna ocasión.

Por ejemplo: una supernova cercana. Sería una gran alegría para los astrónomos, pero me temo que duraría poco. La cantidad de radiación que recibiríamos sería suficiente como para freírnos. Tal cosa es poco probable, aunque no imposible, en absoluto.

Por ejemplo: la inversión de los polos magnéticos, algo que según algunos científicos podría ser inminente. El problema no es tanto la inversión en sí (que dejaría obsoletos muchos mapas geomagnéticos) sino que ésta suele llevar aparejada una disminución de la intensidad de la magnetosfera, por lo que los chorros de partículas cósmicas llegarán con más facilidad a la superficie de la Tierra.

Por ejemplo: una variación, tanto al alza como a la baja de la radiación solar. La primera, podría conducirnos a un escenario dantesco. La segunda, a una glaciación forzada. En cualquier caso, ninguna de ambas perspectivas es demasiado halagüeña.

En fin, que si queremos escurrirnos el cerebro y pensar en lo que puede ir mal, de posibilidades hay para todos los gustos.