10 noviembre 2006

El paternalismo y el racionalismo en la obra de Isaac Asimov

Isaac Asimov ha sido siempre mi favorito, lo admito. De hecho, para quienes me conocen, esta afirmación sobra. Uno de los motivos es que fue el primer autor de ciencia ficción a quien leí.

No obstante, ello no quiere decir que no sea capaz de reconocer las limitaciones de su prosa, ni que crea que es el prototipo de escritor de ciencia ficción. No al menos hoy día, cuando existen jóvenes –y no tan jóvenes- muy brillantes que dominan tanto el lenguaje y la trama, como el tempo y el contenido y son capaces de construir personajes profundos con unas pocas pinceladas.

Me gustaría analizar dos de las características más destacadas de las novelas asimovianas desde un punto de vista ideológico. Se trata del paternalismo y del racionalismo.

Para cualquiera que haya leído algo mínimamente significativo del Buen Doctor, sabrá a qué me refiero. Hay paternalismo en las grandes líneas generales de sus narraciones. Así, los robots son una especie de ángeles de la guarda de los humanos, que nos miman y nos protegen de todo mal, incluso de nosotros mismos. El personaje más paradigmático que expresa esta idea es sin duda R. Daneel Olivaw, el androide que asume sobre sus espaldas la terrible carga que implica proteger a la Humanidad mediante la ley Cero.

No es el único. También tenemos a R. Giskard Reventlov, que incluso llega a sacrificar su propia existencia para poder preparar a Daneel en su ingente tarea protectora.

En el ciclo de los robots hay muchos más personajes paternalistas: Kelden Amadiro, el doctor Fastolffe e incluso Elijah Baley acaba siendo el protector de los terrestres, como lo acabará siendo uno de sus descendientes: D. G. Baley.

En cuanto a las Fundaciones se refiere, el máximo exponente de este paternalismo bonachón es el gran Hari Seldon, creador de la Psicohistoria, mediante la cual será capaz de proteger a toda la Humanidad de serios problemas internos con el paso de los siglos.

Por si esta figura fuese poca, Asimov crea una salvaguarda más: la Segunda Fundación, con sus oradores dispuestos a influir y hasta a sacrificarse por el bien de la Humanidad en su conjunto. Y no contento con ello, en posteriores novelas, aparece Gaia, que es un paso más allá. Por supuesto, el máximo “representante” de Gaia es un venerable señor mayor: Endomandiovizamarondeyaso.

También en los pequeños detalles podemos ver esas figuras protectoras: Bayta Darrell con respecto a Magnífico, Preem Palver respecto a Arcady Darrell, el claro patriarca de la Primera Fundación, Han Pritcher, el tierno Robbie, el robot-niñera, etc. La lista sería inacabable.

Tal vez, la principal evolución que se observa en Asimov en cuanto al paternalismo sea el género, para convertirse en maternalismo igualmente protector. Un primer indicio lo podemos ver en el personaje de Gladia Delmarre en Robots e Imperio. Posteriormente, otros personajes tomarán el relevo: Blissenobiarella y Suranoviremblastiran en Los límites de la Fundación y en Fundación y Tierra.

Los personajes femeninos protectores y ostentadores del poder son cada vez más: la oradora Delora Delarmi, Harla Branno, alcaldesa de Términus o, retrocediendo a las precuelas, la propia mujer de Hari Seldon, Dors Venavili, guardiana protectora del padre de la Psicohistoria.

En lo que respecta al racionalismo, no olvidemos que Asimov era un racionalista convencido. Ateo y humanista, hacía prevalecer siempre la lógica por encima de lo irracional. Así, a pesar de que los oradores de la Segunda Fundación parecen dotados de poderes psíquicos, los pone a salvaguardar un megaproyecto matemático –el Plan Seldon- y les impone serias restricciones en el uso de sus facultades.

Podemos ver actuar ese racionalismo por doquier. Un ejemplo de ello es la resolución de los casos en los cuentos de los Viudos Negros, aunque prácticamente todas las historias de Asimov suelen contener alguna digresión lógico-filosófica sobre la trama.

Así, muchas de sus novelas siguen este claro patrón resolutivo. Lo podemos ver en Segunda Fundación, cuando los personajes debaten sobre la ubicación de la Segunda Fundación. En Los límites de la Fundación y en Fundación y Tierra cuando debaten sobre el paradero de la Tierra, de Gaia o sobre la conveniencia o no de la opción “Galaxia”.

Este sistema de debate argumentativo dentro de la trama se da ya desde los orígenes y parece haberle rendido jugosos frutos. En su primera novela, Un guijarro en el cielo, el protagonista debe decidirse por una opción de actuación y debe utilizar la lógica, ya que ha sido arrancado de su mundo y no es capaz de regirse por la simple intuición.

Y ya que citamos la intuición, incluso eso llegaba a racionalizar Asimov. El Buen Doctor creía que la intuición no es sino una actividad subconsciente por parte del cerebro, pero que en el fondo subyace una cierta racionalidad. Así, crea el personaje de Golan Trevize que, dotado de una intuición excepcional, debe decidir el destino de la galaxia, ya que Daneel –con una mente robótica limitada- no es capaz de ello.

Así pues, aunque admite que la lógica pura no lo puede abarcar todo, huye de cualquier irracionalismo redentor y se limita a confiar en el cerebro humano como fuente de resolución de todos los problemas. ¿Estaría en lo cierto?