05 mayo 2006

Todos conectados

A raíz del debate que está habiendo últimamente en este rincón de la blogosfera acerca de por qué las tasas de lectura son tan bajas, en especial entre los jóvenes, me gustaría comentar un par de aspectos.

Una de las cosas que más saltan a la vista si entramos en la habitación de un adolescente -a parte del desorden- es que contiene una serie de aparatos que tiempo ha no existían: el teléfono móvil (con el que charla con los amigotes y envía SMS, fotos, sonidos y hasta vídeos), la consola (en la que invierte sus buenas horas jugando) y el ordenador (supuestamente una herramienta imprescindible en su educación pero que no suele ser sino un acceso a internet: navegación, Messenger, chat...).

También podemos observar otros dispositivos como el MP3, la cadena de música o muchas veces una televisión, aunque estos cachivaches no son muy diferentes en funcionalidad a los que teníamos muchos de nosotros de jóvenes.

La cuestión es: ¿cómo queremos que lean si tienen a su disposición todo tipo de actividades mucho más estimulantes y rápidas que los libros? ¿Por qué perder tiempo leyendo si pueden charlar con los amigos, bajarse fotos de tías/os en bolas, jugar con la consola o cotillear por el chat hasta la saciedad?

Por otro lado, la indiferencia hacia la lectura no es el único fenómeno en que los jóvenes muestran falta de interés. Uno de los principales problemas con que se están encontrando muchas lenguas minoritarias -por ejemplo en Australia o Norteamérica- es que los niños y los jóvenes pasan de ellas y prefieren aprender inglés o una lengua criolla antes que la lengua tradicional de su tribu.

¿Qué relación tienen ambos fenómenos? Yo creo que están íntimamente ligados. Recuerdo una fotografía de hace unos años de unos chavales nepalíes pobres que bebían Coca-cola y que estaban viendo la televisión via satélite. Hasta a los rincones más recónditos de la Tierra llega la "cultura globalizada", que se basa en la televisión y en otros medios de comunicación de masas de carácter audiovisual. La lectura está en franca recesión y requiere un esfuerzo -como el de aprender una lengua- que pocos parecen querer hacer.

Michael Crichton, en su habitual retahíla antitecnológica, afirmaba en Parque Jurásico que la cultura global propiciada sobre todo por internet puede conducirnos a un callejón sin salida, ya que representará una homogeneización de todas las culturas y una pérdida de la diversidad sin precedentes en toda la historia de la Humanidad.

Esto puede parecer una buena noticia según se mire, ya que hay gente que cree que si todos tuviésemos la misma cultura, habría menos conflictos. Pero seamos realistas, miremos a nuestro alrededor y veamos si países o grupos de cultura similar no tienen conflictos entre ellos.

Es más, ¿de veras ésta es la cultura global en que deseamos todos vivir? ¿La cultura que nos vende Hollywood? ¿El ultraliberalismo a mansalva? ¿El consumismo exacerbado? ¿El imperio de las marcas y de la publicidad? ¿El reino de la mediocridad?

A todos estos factores hay que añadir el hecho de la falta de tradición popular de la lectura del país. Ahí tenemos un cokctail explosivo para nuestro futuro cultural.