18 noviembre 2005

Correlaciones: Better than Life

Ayer leía en prensa que un canal televisivo iba a contratar los derechos de emisión en España de la polémica serie histórica de la BBC 'Roma'. La serie recrea los últimos años de la República romana, antes del advenimiento del Imperio desde el punto de vista de dos legionarios. La polémica ha venido -como no pódía ser de otra manera- por la presencia de abundantes imágenes de sexo explícito, desnudos frontales y de hasta alguna violación. La BBC se ha defendido diciendo que la gente vivía así y que si se quiere verosimilitud histórica hay que mostrar las cosas como eran. Tiene gracia, porque los mismos que suelen denunciar este tipo de cosas no encuentran ningún problema en que sus hijos se traguen, una detrás de otra, películas o videojuegos con violencia explícita de lo más espectacular.

Pero no es de esto de lo que quería hablar, sino de la verosimilitud histórica. Y es que después pasa como en Troya o en Alejandro que se disimulan ciertas cosillas y los amantes se convierten en primos (Patroclo) o en amigotes del alma (Hefestión).

Esto me hizo pensar inmediatamente en uno de los relatos más divertidos de J. G. Ballard: "El espectáculo de televisión más grande de la Tierra" (The Greatest Television Show on Earth, 1972) contenido en el libro Aparato de vuelo rasante de Minotauro.

El relato parte de un original planteamiento: la máquina del tiempo se utiliza para ir a las grandes batallas y eventos históricos y filmarlas. Pero como la realidad no es tan espectacular como se la habían imaginado, llevan extras para que parezca que hay mucha más gente y tener así un espectáculo más auténtico. El cuento está escrito con una notable dosis de mala leche que hace que se disfrute enormemente.

Las recreaciones históricas siempre son polémicas. ¿Quién sabe cómo fueron realmente las cosas? Ni si quiera podemos estar seguros de cómo han sido realmente eventos cercanos como la II Guerra Mundial. Las recreaciones siempre tienden a resaltar lo épico, pero la realidad es tozuda. Todo el mundo pinta a sus héroes y a sus villanos a su conveniencia, con frases grandilocuentes, gestas heroicas o rastreras y poses dignas de un cuadro de Jacques-Louis David. Nada más lejos de la verdad.

En relatos como "E de esfuerzo" (E for effort, 1947), de T. L. Sherred, contenido en La Edad de Oro. 1946-1947 (Martínez Roca) y "El pasado ha muerto" (The Dead Past, 1956) de Isaac Asimov, en Cuentos completos I (Byblos) se explora también esta utilidad de espiar el pasado con finalidades históricas o lúdicas. En el primero, el invento permite constituir una compañía especializada en la filmación de eventos históricos, mientras que en el segundo, la máquina se utiliza para intentar desentrañar misterios de civilizaciones que han dejado pocos rastros documentales, como la cartaginesa.

Pero tanto el relato de Asimov como la reciente novela Luz de otros Días (The Light of Other Days, 2000) de Stephen Baxter y Arthur C. Clarke (La Factoría de Ideas) exploran también otro enfoque: el uso de la tecnología cronoscópica para explorar el pasado muerto y fisgonear, ya sea en el pasado más inmediato (que es prácticamente el presente), ya sea el pasado más remoto (¿existió de verdad Moisés? ¿qué pasó con Jesucristo?), como algo más mundano y con mayor carga emocional (un accidente que nos privó de un ser querido, pillar a los criminales in fraganti, etc).

En la novela de Baxter y Clarke, la tecnología de observación revoluciona radicalmente la sociedad hasta extremos verdaderamente espectaculares. En particular, la intimidad desaparece completamente. De hecho, a poco que pensemos, no estamos tan lejos de este mundo: casi todo el mundo tiene teléfono móvil y cada vez más de estos aparatos tienen cámara fotográfica. Aumenta también el número de puntos de la vía pública, del metro, de establecimientos comerciales, de bancos controlados por cámaras de seguridad y así sucesivamente. Llegará un momento en que resultará prácticamente imposible salir de casa sin ser filmado o fotografiado en multitud de momentos del día.

Éste no es un mundo que esté a la vuelta de la esquina: es un mundo del presente. Estas ideas han sido exploradas en novelas como Tierra de David Brin (Ediciones B), la reciente El viajero de John Twelve Hawks (Círculo de Lectores) o en relatos como "La plaga del leopardo verde" de Walter Jon Williams (Asimov Ciencia Ficción #11), en donde mediante el uso de la informática y de la ingente cantidad de material fotográfico almacenado en internet y con el uso de sofisticados algoritmos de reconocimiento inteligente de rostros, es posible seguirle la trayectoria a una persona cualquiera en cualquier punto del mundo. ¿Ficción?

No tanta. Ahora que está tan de moda tener una webcam delante del ordenador para poder chatear "mirándose a los ojos", sus usuarios tendrían que tener en cuenta que cualquier hacker un poco avispado puede activar esa webcam. Creo que ya no hace falta ningún gobierno totalitarista como en 1984 de George Orwell (Destino) que nos implante las telepantallas en casa: ya nos las instalamos nosotros solitos.