12 marzo 2024

Correlaciones: Chamuscando

Un niño canadiense de doce años, Brender Sener, ha saltado a la fama por haber construido una réplica a escala del arma con que supuestamente Arquímedes luchó contra los romanos en el sitio de Siracusa.

 

Cuantan las fuentes clásicas, que en el año 214 a.C., la ciudad de Siracusa, antaño aliada de Roma, cambió de bando en plena guerra púnica y se alió con Aníbal Barca. Los romanos, como era de esperar, no se lo tomaron demasiado bien y enviaron una flota de barcos, comandada por el general Marco Claudio Marcelo a poner las cosas en su sitio.

 

Pero los romanos no contaban con que lo siracusanos habían reclutado a una de las mentes más brillantes de su tiempo para ayudarles en su defensa: se trataba de Arquímedes. El que gritó ¡eureka!, sí.

 

Parece que el griego diseñó todo tipo de máquinas de guerra, a cual más jodida y se las hizo pasar canutas a los romanos y que estos se ponían a temblar cuando veían que algo asomaba por las murallas de Siracusa. Se cuenta que una de ellas se basaba en unos espejos gigantes con los que concentraba los rayos solares e incendiaba desde la distancia los barcos romanos.

 

Muchos historiadores han creído durante bastante tiempo que se trataba de una simple leyenda, que los siracusanos no tenían una tecnología tal. Pero, ahora, Brender Sener, un estudiante de secundaria de Ontario ha construido un modelo a escala de la batalla y parece ser que los espejos funcionan y son factibles.

 

De hecho, no tiene nada de raro, porque algunas centrales solares funcionan así y de hecho, resulta hasta increíble que nadie lo hubiese comprobado antes. Almenos, públicamente.

 

La ciencia ficción, por eso, se adelantó a Brender. Almenos hay dos relatos en que se utilizan concentradores de rayos solares. Uno con finalidades “destructivas” en “Un ligero caso de insolación” (“A Slight Case of Suntroke”, 1962), contenido en la antología “Relatos de diez mundos”, de Arthur C. Clarke y el otro con el fin de obtener energía, en “Cual plaga de langosta”, (“Like Unto the Locust”, 1979), contenido en la “Trilogía del Reverendo Hake”, de Frederik Pohl.

 

Seguro que habrá más ejemplos, pero yo conozco estos dos.

 

En fin, nuevamente tendremos que decir aquello de timeo danaos et dona ferentes (desconfía de los griegos y de los regalos que ofrecen), esta vez, no en forma de caballo de madera, sino con forma de espejos chamuscabarcos.

 

 

 

07 febrero 2024

The Expanse

Finalmente, me he acabado de ver la sexta y última temporada de la serie de ciencia ficción “The Expanse” (traducible como “La inmensidad” o “La extensión”, según los gustos).

 

Reconozco que la última temporada me ha costado un poco de visionar y que el proceso ha sido algo fragmentario, pero la cosa se anima bastante al final. Y no me refiero a las ensaladas de tiros, que no me suelen gustar demasiado y que me ponen algo nervioso.

 

No sabría decir de qué va la serie. Es difícil de resumir. Podríamos afirmar que es la evolución de las relaciones entre los interianos (los habitantes de la Tierra, la Luna y Marte) y los cinturonianos (los habitantes del cinturón de asteroides).

 

Montones de tramas, conflictos, ideas… una mezcla de space opera, batallitas del espacio, detectives, ideas más o menos clásicas de la ciencia ficción, distopías, alienígenas y un montón de cosas más. Algunas de ellas rozando lo surrealista o casi lo mágico, aunque ya sabéis lo que dice la tercera ley de Clarke: “Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”.

 

Los cambios de escenario son constantes. Aparecen muchísimos personajes, de los cuales, sobreviven muy pocos hasta el último capítulo. Mi favorita, la secretaria general de la ONU, Chrisjen Avasarala, aunque creo que quien mejor actúa es el malvado Marco Inaros, a quien te entran ganas de estrangular en múltiples ocasiones.

 

La serie evoluciona muchísimo desde la primera temporada y de hecho, esa es una de sus características definitorias: el cambio constante. Cada temporada, aunque mantiene universo y personajes, es muy diferente de las restantes.

 

Así, vamos saltando de los mundos exteriores, a los del Cinturón, a Marte y a la Tierra. Y de premio, a otros mundos más allá del sistema solar, a través de una especie de puerta estelar más bien rarita.

 

Y por supuesto, el delirio de la protomolécula, que se va moderando casi hasta desaparecer en las últimas temporadas, pero que en las primeras es algo obsesiva.

 

Incluso los personajes principales desaparecen o evolucionan profundamente y pasa un poco como en “Juego de Tronos”: no te encariñes de nadie porque puede que desaparezca cuando menos te lo esperes.

 

Como ciencia ficción es interesante por la enorme cantidad de ideas de maneja. Ninguna especialmente innovadora (salvo quizás la de la protomolécula, que no deja de ser una especie de deus ex machina que sirve para todo), pero todas ellas interesantes.

 

No hay naves translumínicas, la falta de gravedad se nota, las aceleraciones a varios g tienen sus consecuencias, las leyes de Newton se conservan y el aire y el agua en el espacio valen su precio en oro. Además, las comunicaciones y las armas son normalitas y muy creíbles. Nada de fásers, warps ni fototorpedos.

 

A pesar de ello, todo es muy futurista a la vez que algo sórdido y decadente. La serie tiene ese punto derrotista: la vida en la Tierra no es maravillosa y en los mundos espaciales es aún peor. La guerra y el sojuzgamiento del fuerte versus el débil sigue siendo algo común y los problemas se arreglan antes a tiros que en las mesas de negociaciones.

 

Mi valoración general es bastante positiva, ya que no es tampoco una serie clásica y de entre sus múltiples planteamientos, seguro que alguno habrá que os gustará más.

 

La serie se canceló en su sexta temporada. De momento no parece que vaya a haber continuación. La trama quedó suficientemente conclusa como para aceptar un final, pero suficientemente abierta como para continuarla.

 

De hecho, se basa en una serie de novelas del autor James S. A. Corey, que sí que continúan la trama en el futuro. Será cuestión de esperar a ver qué pasa. De momento, puedo decir que es una gran serie de ciencia ficción digna de ser vista.

 

 

27 enero 2024

Correlaciones: Cachivaches

Cada dos por tres, aparece alguna noticia en prensa que anuncia el descubrimiento de un nuevo dodecaedro romano en algún yacimiento arqueológico.

 

Los dodecaedros son piezas, generalmente metálicas, pero también pueden ser de otros materiales, con forma de dodecaedro, como su nombre indica, que no tenemos ni la más remota idea de para qué servían.

 

Las fuentes clásicas escritas no los citan, así que solo podemos echarle imaginación. Se han propuesto todo tipo de posibles usos: dados, soportes de los mástiles de las legiones, objetos de culto sagrado, lámparas, etc., pero ninguna de las explicaciones ofrecidas parece acabar de cuadrar.

 

¿Qué demonios son y para qué servían? Solo sabemos que parece que sus propietarios los tenían por valiosos, pues suelen aparecer junto a monedas u otros objetos de valor.

 

Este tipo de cachivaches me recordaron muchísimo a los que aparecen en la novela “Portico” (Gateway, 1977), de Frederik Pohl. Una antigua y enigmática civilización extraterrestre -los Heechees- ha dejado por todas partes una serie de aparatos que nadie sabe para qué servían y a los que se les han dado nombres más o menos metafóricos, como pasa con nuestros dodecaedros romanos. Mención especial para los “molinillos de la oración”.

 

Supongo que si una civilización extraterrestre del futuro escudriñase en un yacimiento humano también se encontraróa objetos raros de los que, por su simple aspecto, difícilmente podrían ser capaces de averiguar su función.

 

También es cierto que pocas cosas sobrevivirían al paso de los siglos. Objetos de plástico, tal vez, y algunos objetos de metales más o menos resistentes. Probablemente, las cosas que menos podríamos imaginar.

 

Si ya no somos capaces de averiguar para qué sirven los dodecaedros romanos y apenas tienen dos mil años y forman parte de una cultura predecesora de la nuestra, imaginad el abismo con objetos alienígenas, tal vez separados de nosotros cientos de miles o millones de años, de una cultura que no tendría nada qué ver con la nuestra.

 

Pero bueno, si para algo sirve la imaginación es para ofrecer respuestas creativas y para cubrir esos abismos que a veces se abren en el mundo real.

 

 

07 enero 2024

Agazapados en el bosque oscuro

El otro día escuchaba una interesante disertación en el canal de “El robot de Platón” sobre la teoría del bosque oscuro, que me hizo reflexionar.

 

Aunque ya he tocado el tema en este blog alguna otra vez, a fin de entrar en materia, la teoría del bosque oscuro viene a decir lo siguiente. Imaginemos que en la galaxia hay un montón de especies inteligentes tecnológicas similares a la nuestra o incluso de un nivel superior. ¿Por qué no se comunican con nosotros o entre ellas? Vaya, la famosa pregunta que se hizo Enrico Fermi: “Si hay aliens, ¿dónde están? ¿Por qué no están aquí?”.

 

La teoría del bosque oscuro afirma que para que una especie pueda prosperar, debe tener un cierto grado de violencia en su naturaleza. O al menos, algunas de ellas serán violentas y expansivas. Como, en definitiva, la galaxia es finita, aunque nos parezca muy grande, una especie avanzada podría temer a sus vecinos, así que se esconde, como un cazador agazapado en un bosque oscuro, para que no la descubran.

 

Es posible que, si hay especies imperialistas, estas no tengan muchos escrúpulos en enviar un caballo de Troya a las especies que se están empezando a desarrollar, como la nuestra, a fin de exterminarlas y evitarse un posible competidor futuro. Dadas las distancias entre las estrellas y a que, de momento, no conocemos maneras prácticas de viajar a velocidades translumínicas, en el tiempo en que vamos a conocer a una nueva especie, esta podría haberse vuelto muy poderosa y hostil, por lo que mejor eliminarla en sus estadios iniciales.

 

Más o menos, esta es la teoría del bosque oscuro. Por supuesto, no creo que la violencia y el imperialismo sean la consecuencia natural de la teoría de la evolución. Si bien la hipótesis es factible, también podría ser que las especies colaborasen unas con otras y que no hubiese guerra en la galaxia. Tal vez hubiese una liga o federación de especies.

 

Sea como fuere, ¿dónde están? Es posible que estén ahí, pero que hayan llegado a un estadio evolutivo tan avanzado que, si nos ven, consideren que somos como hormigas y que no merece la pena intentar comunicarse con nosotros.

 

Ahora bien, tanto si son hostiles como si son tremendamente avanzados y no son hostiles, hay motivos poderosos para estarnos calladitos y no llamar demasiado la atención, aunque me temo que ya es tarde. Las señales de radio y de televisión hace un siglo que viajan por el espacio, expandiéndose en una esfera de unos cien años luz, más o menos, espacio en el que ya hay bastantes estrellas y que podría contener alguna civilización avanzada.

 

Por lo tanto, ya no va a venir de aquí. Los potenciales beneficios, ¿superan los posibles perjuicios de una comunicación? Aunque me encantaría saber si hay inteligencias o al menos vida ahí fuera, tal vez tampoco sea buena idea contactar con ellos, aunque sean pacíficos.

 

Tal vez, el contacto con una civilización más avanzada que la nuestra pudiera desestabilizarnos terriblemente y acabar de hundirnos (véase “El texto de Hércules”, de Jack McDevitt). Aunque reconozco que solitos ya lo hacemos muy bien. Quizás, saber que hay alguien más ahí fuera nos uniese y convirtiese nuestras exiguas diferencias, por las que estamos dispuestos a luchar y a matarnos los unos a los otros, en algo trivial (Véase “Star Trek”, de Gene Roddenberry).

 

Pero tampoco las tengo todas. Y también podría ser que la civilización alienígena estuviese más atrasada que nosotros, por ejemplo, en el equivalente tecnológico del principio de nuestro siglo XX. Serían capaces de comunicarse, pero pobrecillos si les ponemos las zarpas encima, porque viendo cómo nos tratamos entre nosotros, no quiero ni pensar qué haríamos con unos seres más débiles que la Humanidad (véase “Un caso de conciencia”, de James Blish o “El nombre del mundo es bosque”, de Ursula K. LeGuin).

 

Y naturalmente, existe la posibilidad que la comunicación fuese imposible, pues nuestros lenguajes y nuestros puntos de referencia culturales fuesen tan dispares, que no hubiese manera práctica de entendernos, lo cual podría generar una tremenda frustración (Véase “Fiasco” o “La voz de su amo”, de Stanislaw Lem).

 

En fin, que motivos para hablar y para estar callados los hay tal vez por partes iguales, así que quizás podríamos estar a la escucha, escudriñar los cielos, pero no enviar señales potentes que revelasen nuestra posición. Siempre estaremos a tiempo de hacerlo. O tal vez no, pero la hipótesis del bosque oscuro es una seria advertencia acerca de las graves consecuencias que puede tener un acto tan simple como la comunicación o el ansia de saber en determinadas circunstancias.

 

 

28 diciembre 2023

Antikitera y la navaja de Ockham

Decía en un post publicado el 11 de enero de 2007, titulado: “La calculadora de Antikitera: el Pre-Steampunk” que: “Quizás alguien pueda ver en la calculadora de Antikitera un eco de la tencología perdida de los imaginarios atlantes o váyase a saber de quién, pero en todo caso nos demuestra por enésima vez que la realidad supera casi siempre a la ficción”.

 

Pues alguien tuvo la misma idea. Baste ver la última y en principio definitiva película de la saga de Indiana Jones, “Indiana Jones y el dial del destino”. De la película no hablaré mucho por dos motivos: para no introducir espóilers y porque no me ha gustado excesivamente. Si pensaba que nada podía superar la ida de olla de “Indiana Jones y la calavera de cristal”, estaba terriblemente equivocado.

 

En el post hablaba de Steampunk, aunque en la película la cosa va mucho más allá. Sin entrar en detalles “perturbadores”, de lo que se trata es del concepto que tenemos de la Historia y de cómo aceptamos o no los errores cometidos en el pasado para poder vivir el presente.

 

Pero volvamos a la calculadora de Antikitera (o Anticitera, el nombre de la isla cerca de la que se descubrió el artefacto). Sabemos realmente poco de este desconcertante dispositivo que ahora la película ha vuelto famoso. Desde luego nada tiene que ver con el uso con el que le dan en la película y es poco probable que tampoco tuviese nada que ver con el genial Arquímedes, aunque el genial griego sí que parece que fabricó dispositivos que podrían ser compatibles con el mecanismo de Antikitera.

 

Mas el mundo griego nunca deja de sorprender. Casi todo lo que descubrieron o inventaron los griegos y que se acabó perdiendo, más o menos, tras el colapso del mundo clásico, fue redescubierto en la Edad Media gracias a las traducciones de los clásicos efectuadas por los árabes o bien reinventado por el mundo que surgió de Isaac Newton y posteriormente, de la Ilustración y de la Revolución Industrial.

 

Hay muchas cosas que desconocemos del mundo clásico o de civilizaciones como la sumeria o la egipcia, que no eran nada primitivas, incluso siguiendo los cánones modernos. Está claro que no disponían de la ciencia y la tecnología modernas, pero eso no quiere decir que fueran poco sofisticadas. Incluso hoy día sería complicado construir ciudades como Uruk o Babilonia o levantar las pirámides.

 

Por supuesto, siempre habrá gente que preferirá creer en alienígenas que lo solucionan todo pero que introducen más enigmas que no resuelven. Los seguidores de von Däniken y similares. Les reconozco un cierto atractivo romántico, pero por supuesto, la explicación más simple suele ser la correcta, como reza el principio de la navaja de Ockham.

 

 

13 diciembre 2023

En caso de emergencia

Cuando empezaba a leer ciencia ficción y apenas había leído otra cosa que a Asimov o a Clarke, cayó en mis manos un ejemplar de la colección Super Ficción de la editorial Martínez Roca llamado Órbita de alucinación (1986), que contenía una antología de relatos relacionados con el mundo de la psicología en la ciencia ficción.

 

No recuerdo bien todos los relatos que la componían, pero hubo uno que me impactó muchísimo y que aún recuerdo y que, de hecho, me ha inspirado en diferentes circunstacias de mi vida. Se trata de “En caso de emergencia” (“In Case of Fire”, 1960), de Randall Garrett, un autor muy poco traducido en España.

 

El relato se basaba en una premisa curiosa: un embajador tiene que negociar con unos extraterrestres bastante quisquillosos y marrulleros y para ello decide reclutar un equipo de gente que hoy llamaríamos con “diversidad funcional” (sic), con diferentes problemas psicológicos, lo que, curiosamente, lo convierte en un equipo invencible.

 

La idea de aprovechar las características peculiares y específicas de cada persona, incluso cuando en otras circunstancias puedan ser desfavorables o peligrosas, me llamó profundamente la atención.

 

Pensemos que en el año en que fue escrito el relato, en 1960, eso de la “diversidad funcional” ni existía e incluso debía estar bastante mal visto, me temo. Así que es un relato que se adelantó en más de medio siglo a su tiempo.

 

Pero es que va mucho más allá. No se trata solo de integrar a los “disfuncionales”, que eso podría ser muy humanitario pero nada útil, sino de convertir lo que aparentemente es un hándicap en una ventaja estratégica, idea verdaderamente revolucionaria. Si el relato hubiese sido escrito en la China clásica hoy se estudiaría en las universidades, como lo es El arte de la guerra, de Sun-Tzu, por ejemplo.

 

Como os digo, lo he aplicado en alguna ocasión en mi vida y os garantizo que suele funcionar muy bien. A veces hay que dejarse de buenas intenciones y ser, sencillamente práctico y aprovechar todo lo que el destino pone en tus manos.

 

 

02 diciembre 2023

Shakespeare era klingon

Un detallito curioso de Star Trek, especialmente de las películas sobre la serie original, vaya, la del capitán James T. Kirk y Mr. Spock, es que están llenas de pequeñas referencias y guiños a citas literarias muy diversas. Para ilustrar lo que quiero decir, pondré unos cuantos ejemplos, aunque podría haber muy bien seleccionado otros, ya que hay muchísimos.

 

En la segunda película, en “La ira de Khan”, el susodicho Khan le espeta a Kirk una frase tremebunda inspirada directamente en “Mobby Dick”: “Desde el corazón del infierno, yo te apuñalo”. De hecho, cuando Chekov va a Ceti Alpha V y se encuentra a Khan en el Botany Bay (nombre del famoso lugar de Australia en que James Cook desembarcó en este continente por vez primera), puede ojear un ejemplar de “Mobby Dick”.

 

Aunque será en “Primer Contacto”, con el capitán Picard, cuando “Mobby Dick” y la búsqueda obsesiva del capitán Ajab llegará a su pleno esplendor, ya que se convierte en el leitmotif de todo el comportamiento de Picard en la película.

 

En la tercera película, “En busca de Spock”, se cita la conocida frase: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”, mítico inicio de “Historia de dos ciudades”, de Charles Dickens.

 

El comandante Chekov alude al famoso cuento “ruso” (???) de la Cenicienta y Spock, para no quedarse corto en eso de los apropiamientos indebidos, cita un conocido proverbio “vulcano” que afirma que “Solo Nixon podía ir a China”. Y, ¿cómo no?, también hay referencias a películas, como “Adivina quién viene a cenar esta noche”.

 

En la cuarta película, “Misión: salvar la Tierra”, Spock y Kirk discuten sarcásticamente sobre los clásicos del siglo XX. Bueno, lo que ellos consideran clásicos y que posiblemente nosotros consideraríamos material fungible.

 

Pero será en la sexta película, en “El país desconocido” cuando las citas shakespearianas se multiplican. El propio título, “El país desconocido”, alude al conocido monólogo de Hamlet, en el que se alude al futuro, diciendo que es el país del que no retorna ningún viajero.

 

Los klingon, que afirman orgullosamente que “no se descubre a Shakespeare hasta que se lee en el klingon original”, también recitan el “Ser o no ser”, pero en klingon, claro (“taH pagh taHbe”). El general Chang, el archivillano klingon, excelentemente interpretado por Christopher Plummer, tiene una gran afición a las citas del autor de Strattford-upon-Avon.

 

Así, exclama, cuando empieza una cacería entre las naves klingon y las federales: “Comienza el juego” (de “Enrique V”) y también: “Soy constante como la estrella polar” (del “Julio César”) o “A partir de ahora soltaré a los perros de la guerra” (misma obra); “Partir es siempre una dulce tristeza” (de “Romeo y Julieta”); “¿Acaso escuchamos las campanadas a medianoche?” (de “Enrique IV”); “Sentémonos en el suelo y contemos la triste historia de la muerte de los reyes” (de “Ricardo II”) y una de mis favoritas: “Nuevamente en la brecha, amigos míos” (de “Enrique V”).

 

Otro autor citado en el universo Star Trek es Sir Arthur Conan Doyle, concretamente, su Sherlock Holmes. Así, Spock comenta: “Si de lo que tenemos eliminamos lo imposible, lo que nos queda, por improbable que parezca, será la verdad”.

 

En las diferentes series de las franquicias, las referencias son aún más numerosas, pero lo dejaremos para otra entrada.

 

Resumiendo: uno de los rasgos característicos de Star Trek es la multitud de referencias multiculturales que aparecen en sus episodios y películas, que abarcan toda la historia del arte y de la mitología.

 

Esto es interesante, porque para aquellos que nos aficionamos de jóvenes a la ciencia ficción, las referencias ajenas a ella son importantes a la hora de abrirnos las puertas de otros mundos igual de interesantes que esta y picarnos la curiosidad.

 

 

15 noviembre 2023

Dragones en el cielo

Con el paso de los años, la ciencia ficción clásica de tipo hard y de origen anglosajón (básicamente norteamericana) ha ido dejando paso a una ciencia ficción más multiforme, mestiza y multicultural, como el signo de los tiempos dicta.

 

A mí, particularmente, la idea no me desagrada en absoluto, aunque crecí leyendo la primera. Pero al final, acaba siendo siempre lo mismo, con el mismo tipo de personaje, blanco, occidental, de base cristiana y generalmente urbanita, por lo que los cambios son bienvenidos.

 

Así, por ejemplo, me gustan mucho los relatos de Aliette de Bodard, de ascendencia franco-vietnamita, que escribe historias ucrónicas de mundos en los que la cultura dominante es la azteca o la china clásica. Aire fresco en la ciencia ficción.

 

También algunos autores nos hablan de un mundo en que los soviéticos ganaron la guerra fría y no necesariamente las cosas acabaron como el rosario de la aurora (como sucedía en la serie distópica “Amerika”, profundamente depresiva y que pasó bastante sin pena ni gloria).

 

Igualmente, empiezan a abundar historias sobre pueblos africanos, como los relatos kikuyu de Mike Resnick o la trilogía Binti de Nnedi Okafor.

 

O incluso mundos basados en la evolución de la cultura árabe-musulmana , no tan abundante, pero que empieza a despuntar.

 

De hecho, hay toda una nueva generación de escritores chinos o de origen chino que copan buena parte de los grandes premios de la ciencia ficción moderna y supongo que os sonarán nombres como Ted Chiang, Liu Cixin, Xia Jia o Ken Liu.

 

O, bueno, escritores y escritoras de origen ruso, que no son bien, bien, lo que se dice occidentales, como los clásicos hermanos Strugatsky (¡Qué difícil es ser Dios! o Pícnic junto al camino) , Anna Starobinets o Dmitri Glujovski, autor de la distópica Metro 2033 y sus respectivas secuelas.

 

No quisiera dejarme la ciencia ficción latinoamericana, aunque creo que eso requiere varios artículos, así que no entraré en el tema.

 

Todas estas literaturas de ciencia ficción tienen rasgos comunes con la troncal común anglosajona, pero también son bastante diferentes. En algunos casos, son claramente distópicas; en otros, potencian la componente fantástica y casi siempre suelen ser mucho más exóticas y coloridas, aunque tampoco quisiera dar la sensación que son literaturas folklóricas, ¡en absoluto!

 

La globalización llegó hace ya tiempo a la ciencia ficción, como era de esperar y siendo esta una literatura que se encuentra todavía en evolución y sobre la que no se ha escrito la última palabra, se han incorporado las nuevas tendencias, como la lucha LGTBI, el feminismo, la ecología, el cybermundo e incluso un cierto relativismo cultural posmoderno.

 

Y más cosas que veremos en el futuro, porque la ciencia ficción, como decía, sigue evolucionando y ya no es solo la respuesta literaria y filosófica a los cambios tecnológicos, sino algo mucho más profundo y me temo que bastante más difícil de definir.

 

Así que, para quienes busquen una definición sobre qué es ciencia ficción y pretendan abarcar todo lo publicado desde el Frankenstein de Mary Shelley, ciertamente, están en apuros.

 

 

 

29 octubre 2023

Nuestro Fahrenheit 451

Fahrenheit 451 (en castellano, Celsius 232,7: es broma) es un libro muy interesante de los que conforme pasan los años está mucho más de actualidad que cuando fueron escritos.

 

Vivimos en un mundo dominado por las pantallas: las de televisión, las de ordenador, las tablets, los smartphones, los navegadores del coche, etc.

 

Ray Bradbury, autor de esta magnífica distopía de ciencia ficción, alertaba de un mundo futuro, que es sospechosamente parecido al nuestro, en el que la gente se gastaba su dinero para convertir las paredes de sus casas en enormes pantallas de televisión a fin de poder disfrutar de este “maravilloso” entretenimiento.

 

¿Cuántos de nosotros no tenemos una pantalla panorámica en nuestro salón o conocemos a un amigo que la tiene?

 

Naturalmente, la televisión ha evolucionado y ahora lo que tenemos son servicios de streaming, pero vaya, viene a ser lo mismo, solo que más caro y más adictivo, porque gracias al control que tienen sobre la programación que vemos, las empresas del sector saben exactamente qué nos interesa y qué no y se adaptan cada vez más a nuestros gustos.

 

Lo mismo que sucede con las redes sociales, aún de manera más adictiva y descarada. Tanto, que algunos organismos, como la Unión Europea o algunos estados de Estados Unidos quieren limitar la acción de los algoritmos de estos servicios porque se están convirtiendo en una verdadera plaga.

 

Pero volvamos a Fahrenheit 451, temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde. En la novela, los bomberos se dedican no a apagar fuegos, sino a quemar libros. Los libros hacen pensar, producen insatisfacción y por tanto son enemigos de la sociedad del bienestar.

 

Vaya, lo mismo que hoy día, aunque a menos que vivas en una república teocrática es poco probable que se quemen libros públicamente. Bueno, en Suecia algunos queman el Corán y yo no catalogaría ese país nórdico de república teocrática, pero también hay excepciones.

 

Uno de los grandes problemas de prescindir de los libros, que son el soporte físico por excelencia, es que quedamos en las manos de los productores y distribuidores culturales. Ya lo hemos visto con la casi desaparición de los CD y los DVD para la música y las películas.

 

Hoy en día, si queremos ver una película, tenemos que pagar por ella cada vez. Antes, si la habíamos comprado, podíamos disfrutar de ella tantas veces como quisiéramos y sin informar a nadie de nuestros gustos. Pero lo peor no es eso. Lo malo del asunto es que si “alguien” decide censurar una película o poner en el mercado una “versión” del origianl adaptada a los “tiempos modernos”, no nos queda más remedio que comérnosla con patatas.

 

Y si alguien retira del mercado una obra, pues como no la tenemos en un soporte físico, la perdemos indefectiblemente.

 

Otra ventaja de tener un soporte físico más o menos sólido es que si un día se colapsa internet, debido a una tormenta solar mayúscula, una guerra o algún otro tipo de catástrofe global, las vamos a pasar canutas, porque lo que no tengamos en nuestrta biblioteca o en la biblioteca de nuestro pueblo o barrio, va a resultar inaccesible.

 

Estamos demasiado bien acostumbrados a tener a unos pocos clics de distancia cualquier obra del saber humano y eso puede cambiar, no necesariamente por una catástrofe, sino por intereses económicos o políticos.

 

 

17 octubre 2023

El cambio de paradigma

Uno de los tótems más seguidos por la ciencia ficción, especialmente la más tecnológica o hard, es plantear la aparición de nuevas tecnologías y explorar a ver qué pasa con ellas, cuando son aplicadas a la sociedad.

 

Algunas de estas tecnologías pueden llegar a ser disruptivas y muy impactantes, como una máquina del tiempo o una forma de energía no contaminante y al alcance de todos.

 

Mi favorita es la invención del motor de curvatura de Star Trek, que según la película Primer Contacto, se produce en abril del año 2063, cuando en el primer viaje con curvatura de la raza humana, la nave en cuestión (la Fénix) fue avistada por unos extraterrestres (los vulcanos) y se produce el primer contacto oficial con una especie alien, lo que da nombre a la película.

 

A partir de ahí, todo empieza a cambiar. Más por el primer contacto que por el propio motor de curvatura, aunque este influye notablemente en el hilo de los acontecimientos posteriores.

 

Actualmente, la tecnología está al borde de experimentar saltos significativos que probablemente veremos en los próximos años. La revolución de los materiales nanotecnológicos no ha hecho sino empezar. La fusión termonuclear, como Santo Grial de la energía limpia y barata parece estar al alcance de la mano. La descarbonización de los medios de transporte gracias a los motores eléctricos y a la baterías, son ya una realidad.

 

Posiblemente, también veremos grandes avances en medicina, propiciados por la combinación de la nanotecnología, el big data y la enginería genética. Y por supuesto, el acceso relativamente barato al espacio también tendrá sus serias repercusiones en nuestras vidas.

 

La computación cuántica llevará la informática y la ciencia a otro nivel, inimaginable hoy día, así como la creación de comunicaciones impenetrables, con sus pros y sus contras.

 

Puede que también tengamos pronto materiales superconductores a temperatura ambiente, lo que llevaría el transporte y el almacenamiento de la energía a cotas fabulosas.

 

Todo ello si sobrevivimos al cambio climático, a la sexta extinción de las especies en la Tierra, a los efectos de la polución y de la superpoblación y no nos matamos los unos a los otros en alguna absurda guerra.

 

Pero seamos optimistas.

 

También el conocimiento puede que esté a punto de sufrir un cambio de paradigma. Los experimentos del CERN, los datos que nos envía la James Webb y muchos otros experimentos y observaciones, están llevando los límites de nuestro conocimiento, como los modelos cosmológicos o el modelo estándar de partículas y fuerzas, a lugares comprometidos.

 

Como sucedió poco antes de aparecer la teoría de la Relatividad de Einstein y la mecánica cuántica, se acumulan pruebas que nos indican que no comprendemos tan bien el Universo como pensábamos hace tan solo un par de décadas.

 

Algo se remueve en el conocimiento humano que nos alerta que la revolución está al caer y tal vez suceda antes de lo que nos imaginamos.

 

Si la postura más extendida entre los científicos a finales del siglo XX es que habíamos llegado al límite práctico del conocimiento (siguiendo las tesis de John Horgan), ahora las cosas parecen apuntar en la dirección contraria. Como sucedió a principios del siglo XX con las dos grandes revoluciones científicas antes citadas.

 

Tecnología y ciencia se dan la mano y ambas podrían experimentar (experimentarán) cambios muy importantes en pocos años. Solo espero poder verlo. Ganas, tengo.