Pariendo al niño feo
Leo en prensa que un científico de Harvard busca “una mujer
aventurera” para dar a luz a un bebé Neanderthal. La idea al parecer proviene
del especialista en biología sintética George Church y que se utilizarían
técnicas de clonación.
Posteriormente, en declaraciones a la prensa, Church afirma
que sus palabras se han malinterpretado y que él nunca quiso decir lo que la
prensa había publicado. En cualquier caso, la polémica ya se ha desatado y será
difícil devolver el genio a la lámpara.
¿Es una buena idea resucitar una antigua especie extinguida?
Tarde o temprano se hará, ya sea con una abeja, con un mamut o con un tigre
dientes de sable. Pero la cosa cambia bastante cuando hablamos de un ser
racional. Porque está claro que los neanderthales tenían una inteligencia
similar a la nuestra.
La cuestión es: ¿quién asume la responsabilidad de restaurar
lo que se extinguió si además es una especie inteligente? ¿Debemos permitir que
la ciencia juegue a ser Dios o lo consideramos como un simple experimento?
¿Qué derechos tendría el neanderthal en cuestión? ¿Los mismos
que nosotros? ¿No se sentiría diferente toda la vida? Porque está claro que
aunque se le intentase educar como un homo sapiens sapiens, no lo sería del
todo.
Hay un magnífico relato de Isaac Asimov, “El niño feo”,
premonitorio de esta situación, en que se plantea algo muy similar. Es de
aquellos casos en los que la ciencia ficción se adelantó a su tiempo unas
cuantas décadas.
El debate está servido.
Thomas Disch y la memoria
Hace poco he leído un artículo del escritor de ciencia
ficción Thomas Disch en la revista Gigamesh hablando acerca
de la naturaleza de la ciencia ficción que me ha hecho reflexionar. Aunque ya
advierto que no comparto muchas de sus afirmaciones, sí que algo de razón
tiene.
La tesis principal de Disch es que la ciencia ficción no
deja de ser una rama de la literatura infantil y juvenil. Al menos, buena parte
de la ciencia ficción clásica y mucha de la que se sigue publicando en la
actualidad.
Personajes con complejo de “emperador de todas las cosas”,
generalmente jóvenes e incomprendidos que acaban salvando el Universo de una
terrible amenaza y que se convierten de la noche a la mañana en héroes
galácticos.
De acuerdo, algunas novelas juveniles de, pongamos por caso,
Heinlein son así. Pero ni si quiera todo Heinlein es así. Es cierto que la
ciencia ficción de la época pulp tenía muchos estereotipos de esta clase, pero
creo que el género ha evolucionado mucho.
Asimismo, otro tanto se podría decir de la literatura
fantástica, que parece acercarse más al tópico descrito por Disch. Pero no veo
este esquema por ningún lado en novelas como Crónicas marcianas
de Ray Bradbury, 1984 de George Orwell o 2001. Una
odisea en el espacio de Arthur C. Clarke.
Sí que es cierto que otras novelas, parecen encajar muy bien
en este esquema, como El juego de Ender de Orson Scott Card o
Dune de Frank Herbert, en los que el héroe adolescente acaba
triunfando, con más o menos dificultades y matices y se acaba convirtiendo en
el jefe del cotarro, especialmente en Dune.
Si pasamos a las novelas cortas o a los relatos, creo que
encontramos todavía una mayor variedad de temas y menos recurrencia “emperador de
todas las cosas” spinradiano. Hay magníficos relatos como “Una canción para Lya”
o “El camino de la cruz y el dragón” de George R. R. Martin, “Nieve” de Crowley
o “¡Arrepiéntete Arlequín!, dijo en señor Tic-Tac” que no encajarían –para nada-
en el esquema que pretende imponernos Disch.
En cualquier caso, es buena la polémica, porque nos obliga a
replantearnos ciertas cosas. Uno de los argumentos de Disch es que la
literatura fantástica suele anidar en las mentes juveniles durante la
adolescencia y que difícilmente lo haría en la edad adulta. Pero es que creo
que esto es válido para muchos otros géneros que tienen poco de infantil, como
las novelas de detectives, la novela histórica u otros géneros.
La adolescencia es tiempo de cambios y es una época bastante
movidita, por lo que hay que tener en cuenta que mucho de lo que después se
fijará en la edad adulta, ha tenido su origen durante esta etapa de nuestras
vidas. No creo que por ello, lo que empezamos durante la juventud sea
necesariamente infantil.
Sí que es cierto que muchas novelas que a lo mejor nos
maravillaron durante la adolescencia después, al ser releídas con el paso de
los años y disponer de muchas otras lecturas a nuestras espaldas, nos parecen
aburridas o incluso nos sorprende que causasen tanto impacto la primera vez que
fueron leídas. Otras, en cambio, conservan la frescura del momento.
A mí, particularmente me ha pasado con las
Fundaciones, de Asimov o con Dune, de
Herbert, que me puedo releer con gusto. En cambio, La ciudad y las
estrellas, de Clarke me pareció bastante poca cosa cuando me la releí
hace pocos años, mientras que la recordaba con mucho cariño de la primera lectura
que hice.
Así pues, concluyo que hay libros que tal vez sea mejor no
releer nunca, para que se conserve el buen recuerdo en nuestra memoria, siempre
y cuando no queramos hacer una defensa a ultranza de ellos, a costa de todo.
Luz de estrellas lejanas / George R. R. Martin
Luz
de estrellas lejanas
George R.
R. Martin
Dreamsongs:
A RRestrospective (2003)
Gigamesh
Págs: 432
2013
Se trata de una autobiografía literaria de George R. R.
Martin en la que combina capítulos en que explica cómo ha ido evolucionando su
escritura y por qué y cómo escribió lo que escribió y sus relatos cortos,
algunos de los cuales son bastante conocidos, mientras que otros posiblemente
sea la primera vez que ven la luz en una recopilación.
El primero de ellos, “Sólo los niños temen a la oscuridad”
es algo infantil y suena mucho al lenguaje del cómic. De hecho, es una especie
de cómic sin viñetas sobre un diablo primigenio, un poco al estilo de Cthulhu y
una especie de superhéroe que se le enfrenta.
“La fortaleza” es un relato mucho más maduro e interesante y
trata sobre un episodio de las guerras ruso-finlandesas, sobre la caída de una
fortaleza finlandesa apodada “el Gibraltar del norte”.
“Y la muerte, su legado” es un relato sobre un líder
político americano de corte fascista y de un millonario con una enfermedad
terminal que decide hacer algo para poner fin a la trayectoria del político
fascista, aunque las cosas no siempre salen como están previstas.
“El héroe” es un interesante alegato en contra del
militarismo que plantea un tema nada desfasado: qué hacer con los héroes de
guerra cuando éstos deben reincorporarse a la vida civil.
“La salida a San Breta” es una fantasía futurista sobre un
coche fantasma en una autopista abandonada, en una época en que los vehículos
aéreos han tomado el mando y circular en coche se ha convertido en algo propio
de cuatro friquis.
En “Esa otra clase de soledad” se nos cuenta la terrible
soledad del encargado de una estación de tránsito de naves que vigila una
especie de agujero de gusano en las afueras del sistema solar y en cómo esta
soledad llega a afectarle trágicamente.
“Cuando llega la brumabaja” es un bellísimo relato sobre la
pérdida del encanto debido al exceso de racionalismo de las cosas. Se trata de
un canto a la falta de poesía y de misterio en la vida moderna, tan racional y
científica.
“Una canción para Lya” es tal vez el mejor relato de la
antología, de lejos. Trata de una pareja de telépatas que son llamados a
investigar la conversión a un curioso culto alienígena en un planeta en el que
los humanos conviven con los alienígenas y en cómo este culto acaba afectando a
Lya, la parte femenina de la pareja de telépatas.
“Esa torre de cenizas” es un triste relato de abandono
amoroso, escrito por Martin justamente cuando estaba atravesando un desengaño
de este tipo. Pero también es uno de los mejores relatos en los que inventa xenomorfos,
esto es, seres alienígenas extraños, con una atmósfera oscura y misteriosa,
pero también enormemente romántica.
“Y siete veces digo: al hombre no matarás” tiene un cierto
gusto a “El nombre del mundo es bosque” de Ursula K. Le Guin. Se trata de la
historia de un comerciante que trata de salvar de su propia inocencia a los
habitantes de un remoto planeta ante unos fanáticos religiosos muy superiores
en tecnología a los nativos.
“La ciudad de piedra” es otro de los grandes relatos de
Martin de todos los tiempos. Es la historia de un humano perdido en una
antiquísima ciudad de piedra, antesala de un puerto espacial alienígena, remoto
y alejado del universo humano y transmite una enorme sensación de extrañeza y
soledad.
“Hieles de tierra” es un relato a medio camino entre la
fantasía y la ciencia ficción, que trata de un mundo invernal en el que la
protagonista es salvada por una especie de bruja que utiliza la tecnología de
us nave para simular un mundo ideal en el que poder vivir con la protagonista.
“El camino de la cruz y el dragón” es otro de los mejores
relatos de Martin. Es la historia de un inquisidor católico del futuro que debe
hacer frente a una herejía de una secta que ha santificado a Judas Iscariote.
El relato es de una gran belleza y es de mis favoritos y traspúa tristeza y
cinismo por todas partes.
“Las canciones solitarias de Darren Dorr” es otro relato a
caballo entre la fantasía y la ciencia ficción y narra las desventuras de un
príncipe-dios exiliado en un planeta remoto al que una mujer de gran resolución
ha accedido buscando a su amor perdido.
“El dragón de hielo” es una bella fantasía infantil de corte
medieval sobre una niña nacida en lo más crudo del invierno amiga de un dragón
de hielo, criatura mítica cuya aparición es temida por todos salvo por la niña
y que acabará teniendo un papel decisivo en la conclusión de la historia.
Finalmente, “En las tierras perdidas” es un relato claramente
de corte fantástico con paladines, princesas, hechiceras y hombres-lobo, todo
mezclado de manera original y con una moraleja: vigila con lo que deseas,
porque igual lo consigues.
Cuánto espacio desaprovechado
En la película Contact, basada en la obra
homónima de Carl Sagan, la protagonista, Eleanor Arroway dice, en referencia a
la enormidad del Universo y la posibilidad de que haya vida inteligente en
algún sitio, “Si no hay vida inteligente, ¡cuánto espacio desaprovechado!”.
Parece ser que las últimas estimaciones sobre la cantidad de
exoplanetas existentes en nuestra galaxia de un tamaño similar al de la Tierra
es muy superior al esperado. Concretamente, habría una cantidad ingente de planetas
potencialmente similares a la Tierra en la zona habitable de sus respectivos
sistemas estelares, cosa que podría convertir la existencia de vida –y en
último término, de vida inteligente- en algo común en nuestra galaxia.
Vaya, que la ecuación de Drake, que sirve para estimar el
número de civilizaciones extraterrestres en nuestra galaxia podría arrojar un
número bastante elevado. Naturalmente, sigue viva la incógnita de cuál es la
probabilidad de que un sistema potencialmente habitable desarrolle vida y,
posteriormente, vida inteligente. Eso aún no lo sabemos, porque la única vida
que hoy por día conocemos se encuentra toda en un solo planeta: la Tierra.
Nuestro planeta.
Tal vez el Universo esté rebosante de vida, pero la vida
inteligente sea extremadamente rara. O puede ser todo lo contrario: que haya
civilizaciones extraterrestres a la vuelta de la esquina.
En todo caso, se nos presenta la temible paradoja de Fermi:
“Si hay tantas civilizaciones inteligentes, ¿dónde están? ¿Por qué no nos
visitan o se ponen en contacto con nosotros?”.
Una posibilidad optimista es que tal vez no nos han
detectado. O tal vez sus métodos de comunicación son muy diferentes de los
nuestros. Tal vez la comunicación sea imposible o muy dificultosa, como exponía
en muchas de sus obras Stanislaw Lem. O tal vez estamos en una zona poco
poblada.
Y en el “peor” de los casos, tal vez estemos solos.
Entonces, somos mucho más raros y valiosos todavía y, visto por el lado
positivo, tenemos mucho espacio por recorrer y la galaxia nos está esperando.
Quién sabe. Pero visto el ritmo a que se van descubriendo exoplanetas, cada vez
más pequeños y similares a la Tierra, no me extrañaría que muy pronto
descubramos que la vida es más común de lo que nos esperábamos, aunque otro
cantar seea la vida inteligencia.
De momento, nuestros oídos cósmicos, el proyecto SETI, no ha
detectado gran cosa. Aunque en comparación con lo que se investiga en otras
áreas del conocimiento, la búsqueda de señales alienígenas ni está muy
extendido ni está muy de moda. En una época de recortes en todos los programas
de investigación básica, los proyectos tipo SETI tienen todas las de perder.
Mugidos
Ya he comentado en alguna ocasión anterior que las crisis en
el mundo editorial español de la ciencia ficción son periódicas y más o menos
predecibles. Pero actualmente estamos en un período de vacas flacas que parece
no tener fin.
Tras finales de los noventa, se abrió un período de bonanza
económica que se vio reflejado en el aumento de la oferta editorial en el mundo
español. Eran los buenos tiempos. Algunas editoriales que parecían languidecer,
como Minotauro, tuvieron un nuevo esplendor, en parte gracias a las buenas
ventas del mundo de El Señor de los Anillos.
Por otro lado, también parecían renacer editoriales como
Edhasa, aunque de manera efímera, y tenían su agosto Ediciones B con su
colección Nova. También fueron los tiempos en que aparecieron otras
editoriales, como La Factoría de Ideas o Bibliópolis. Por poner, hasta se
reeditaron las novelas del Orden Estelar de Ángel Torres Quesada.
Pero estaba claro que tanta saturación de libros en el
mercado no podía aguantar. Sumémosle la crisis económica y el auge del libro
electrónico (fina denominación para “pirateo masivo en el mundo editorial”) y
el fin del tirón de ciertos productos como los de la factoría Tolkien.
¿Qué queda de aquella orgía pantagruélica? Pues muy poquito.
Ediciones B apenas edita ciencia ficción. Minotauro, lo hace a cuentagotas y
Gigamesh hace lo que puede, dentro del boom de las novelas fantásticas de
Martin. Edhasa casi no respira y La Factoría, la más activa en el sector
todavía, tampoco está para lanzar cohetes. Y en cuanto a Bibliópolis, sobrevive
reeditando a viejas glorias del pasado, como Asimov.
Es cierto que algunas novelas de ciencia ficción de la
corriente principal (mainstream) han tenido buena prensa y
han vendido lo suyo. Pero en lo que respecta a autores clásicos o a nuevas
promesas consolidadas, la cosa está bastante negra.
Sumémosle que no quedan revistas más o menos potentes de
ciencia ficción en español y nos encontramos con que si queremos acceder a las
novedades del mundo editorial, especialmente a las del mundo anglosajón, no nos
queda más remedio que aprender inglés.
¿Sucede lo mismo en el mundo anglosajón? Es evidente que no.
Si bien es cierto que los efectos del libro electrónico también se notan allí,
hay mucha mayor vitalidad. Lo dicho, ¿no hay otra solución que aprender inglés?
Para un país en que eso del inglés es “complicado”, me temo que la solución se
va a hacer esperar.
Hay otras posibilidades, aunque bastante minoritarias.
Publicaciones a medida con tiradas personalizadas, micromecenazgos, pequeñas
editoriales… pero no dejan de ser maneras distintas de pasar hambre.
No nos equivoquemos. Esto no es patrimonio exclusivo del
mundo de la ciencia ficción. El ensayo tampoco está pasando por muy buenos
momentos. Y no hablemos de géneros literarios minoritarios, como la poesía. La
concentración de editoriales en el panorama español está pasando factura y al
final se acaba editando sólo aquello más comercial, mientras que los géneros
minoritarios se resienten.
En resumidas cuentas, si miramos las previsiones de
publicación de nuevas obras de ciencia ficción de las editoriales españolas
para el 2013, es para ponerse a llorar. Vaya, que las vacas no sólo son flacas,
sino que además mugen en inglés.