Leo
en prensa un par de noticias bastante peculiares sin relación aparente alguna.
La primera es que una agencia oficial de los Estados Unidos ha desmentido
oficialmente que existan los zombies o ninguna epidemia zombie a raíz de los
últimos sucesos allí acaecidos de lunáticos caníbales. La otra es que han sido
hallados en Bulgaria un par de esqueletos de época medieval con estacas
clavadas en la garganta, cosa que ha hecho que sean bautizados como “los
vampiros”.
No
deja de ser curioso que toda una agencia oficial tenga que salir a desmentir
que existan los zombies, ¿no? O que, por poner un ejemplo, el gobierno de los
Estados Unidos no esté en contacto con los alienígenas. ¿Fascinante, verdad?
Esta
visto que las modas de la literatura fantástica están afectando a la percepción
de la realidad. Se dice que en épocas de crisis, la literatura fantástica sufre
un boom de compras, posiblemente por aquello del escapismo y las malas noticias
de cada día, que hace que mucha gente se refugie en mundos fantásticos.
Pero
lo que sorprende son los episodios sobre gente zumbada comiéndose a otras
personas o devorando cadáveres. ¿No será que algunos de ellos se han pasado con
las lecturas? Otra teoría es que este comportamiento es debido a una nueva
droga de diseño…
Yo
hace tiempo que digo que esta moda sobre zombies y vampiros no es muy sana para
la salud mental, pero en fin, teniendo en cuenta que de todo tiene que haber,
vamos a dejarlo. A fin de cuentas, siempre habrá gente dispuesta a tragarse
cualquier cosa que se publique, por excéntrico o de mal gusto que resulte.
Ha
muerto Ray Bradbury a la edad de 91 años en la ciudad de Los Angeles. Ray
Bradbury es mundialmente conocido por libros como Crónicas
marcianas o Fahrenheit 451, ambas llevadas a la televisión
o al cine y es autor de multitud de relatos de fantasía y ciencia ficción
recogidos en memorables antologías como El hombre ilustrado,
Las doradas manzanas del sol, El país de
octubre o El convector Toynbee.
De
posturas políticamente conservadoras, sus estilo literario era una mezcla del
realismo mágico de Borges con la poesía y la ciencia ficción clásica, lo que
daba lugar a algo único en su género, inimitable y muy propio de él.
Tal
vez, la que es su obra más conocida: Crónicas marcianas es
la que mejor resume su modo de escribir y constituye una cima en este tipo de
literatura, con un uso sutil y preciosista de las metáforas.
Bradbury
nos ha dejado y con ello somos un poco más huérfanos. Quedan ya muy pocos
escritores de la época clásica de la ciencia ficción y aunque no es bueno
idolatrar el “dorado pasado”, hoy estamos un poco más solos bajo la faz del sol…
Al
parecer, existe un estudio sobre unos restos de Neanderthales hallados en
Guadalajara que hacen suponer, hipotéticamente, que una de las causas probables
de la extinción de éstos fue un genocidio más o menos sistemático practicado
por el Homo sapiens, esto es, nuestros antepasados inmediatos.
Esta
guerra de exterminio se habría producido tanto para utilizarlos como alimento
(canibalismo) como para eliminar la competencia por el alimento. ¿Será este el
verdadero pecado original de la Humanidad, y no una historia más o menos
fabulística sobre una serpiente y una manzana? ¿Será que la Humanidad lleva ya
desde su origen la semilla fatídica de la guerra y el genocidio en su seno?
Hay
diversas obras de ciencia ficción que nos hablan de la relación entre el Homo
sapiens y el Homo neanderthalensis. Una de la más reciente y más original tal
vez sea la trilogía de Robert J. Sawyer, formada por Homínidos,
Humanos e Híbridos, aunque hay otras.
La
ciencia ficción ha planteado en múltiples ocasiones qué sucedería si tuviésemos
que convivir en el Universo, e incluso en la Tierra, con seres alienígenas y
las respuestas van desde la coexistencia más o menos pacífica, al estilo
Star Trek o de los Men in Black, hasta
guerras totales y devastadoras por el predominio sobre los demás.
Sinceramente,
si el genocidio de los Neanderthales tuvo lugar realmente, y muchas pruebas
apuntan a ello, no hace falta preguntarse qué pasaría con seres alienígenas,
aún menos parecidos a nosotros que los Neanderthales, que a fin de cuentas eran
nuestros primos evolutivos.
Súmese
eso al trato que damos a otras especies terrestres supuestamente inteligentes,
como los grandes simios o los cetáceos y veremos que la Humanidad tiene unos remarcados
genes por el predominio del territorio. ¡Pobres Neanderthales!