29 febrero 2008

El día del Juicio Final (por la tarde)

El día que muchos nos estábamos temiendo ha llegado. ¡Apocalipsis! ¡Arrepentíos y haced penitencia porque el Fin del Mundo (Versión 2.0) está llegando! Bueno, en fin, no es para tanto, pero es que al parecer algún hacker ha conseguido destrozar el sistema ése tan mono de las letritas que aparecen en según qué sistemas de verificación y que hay que entrar a mano para evitar ataques automáticos masivos.

Concretamente, han encontrado el método de crackear el sistema de verificación para la creación de cuentas Gmail, con lo que algún alma despiadada podría emplear el truco para realizar envíos masivos de spam desde cuentas Gmail creadas ad-hoc.

Este sistema de reconocimiento de letras recibe el complejo e impronunciable nombre de CAPTCHA, siglas que significan: Completely Automated Public Turing test to tell Computers and Human Apart. Vaya, una especie de test de Turing que, al parecer, ya son capaces de pasar algunas máquinas debidamente instruidas por el hacker de turno.

Esto de que las máquinas pasen ciertos tests de Turing empieza a ser común. Primero fue Deep Blue, la supercomputadora de IBM que dejó en paños menores al pobre ajedrecista Garry Kasparov en febrero de 1996.

Y ahora esto, que aunque es mucho menos complejo y no deja de ser un sistema de reconocimiento óptico de caracteres más o menos avanzado, tiene su miga, porque parece iniciar una carrera “armamentística” entre medidas y contramedidas de seguridad. Es como si, de repente, alguien encuentra un método rápido de factorizar números primos. Al garete un montón de criptoclaves públicas y todos a correr.

Estamos muy lejos de que los cylon de Galáctica se vuelvan inteligentes y nos envíen unos cuantos pepinos nucleares en agradecimiento (cosa, por cierto, muy similar al argumento de Terminator). Y es que las máquinas inteligentes siempre han tenido muy mala prensa. Acuérdense de la memorable frase “Buenos días, Dave” que pronunciaba HAL en 2001. Una odisea en el espacio, que probablemente era la versión autocensurada de “Buenos días, Dave. Ya que no me dejas cantar el ‘Daisy, Daisy’ te vas a enterar tú ahora”.

En fin, yo por lo que pueda suceder, empiezo a ahorrar para comprarme un terrenillo en el Gobi por si las máquinas se vuelven demasiado inteligentes y nos ponen a nosotros a pasar tests de Turing. Aunque aún tengo esperanza: mi reloj digital no es capaz de identificar el día de hoy, porque no controla los años bisiestos. Algo es algo…

12 febrero 2008

Demonios interiores

Es por todos los aficionados conocidas ciertas filias y fobias de algunos famosos escritores de literatura fantástica y resulta verdaderamente instructivo ver hasta qué punto éstas influyeron en su producción literaria.

Empezaremos con un caso más o menos inocente. J. R. R. Tolkien nació en Sudáfrica y según se nos cuenta en una de sus biografías, uno de los recuerdos más vívidos que tiene de su infancia es cuando le picó una araña venenosa. ¿A alguien le suena? Recordemos la famosa escena de El Señor de los Anillos en que Ella-laraña pica a Frodo y lo deja incosciente.

De hecho, en su mitología cosmogónica, la predecesora de Ella-laraña es un espíritu oscuro y malvado llamado Ungoliat que es quien destruye los maravillosos árboles Telperion y Larelin en las Tierras Imperecederas.

Otro conocido escritor, Isaac Asimov, era un cúmulo de fobias y manías. Padecía, entre otras cosas, de agorafobia y acrofobia. Así, uno de los personajes que aparece en sus tempranos relatos, el Dr. Urth, padece estos problemas y resuelve sus problemas sin moverse de su despacho, claro predecedor de lo que posteriormente serían sus conocidos relatos de los Viudos Negros.

Uno de los personajes más conocidos de las novelas de Asimov, el policía Elijah Balley es totalmente urbanita y agorafóbico, como se nos cuenta en Bóvedas de acero y El sol desnudo. Tanto la Tierra superpoblada como posteriormente lo será Trántor, la capital del Imperio Galáctico, son megápolis cubiertas en las que casi nunca es posible ver el cielo desnudo. Un verdadero paraíso para el Buen Doctor.

En lo referente a Robert Silverberg, estamos ante un escritor extraordinariamente culto e inteligente, siempre preocupado y hasta angustiado por ser diferente a los demás, cosa que llega muchas veces a aislarlo. Ejemplos de estas pautas de comportamiento casi autobiográficas las encontramos en novelas como Tiempo de cambios o en Muero por dentro.

Aunque tal vez uno de los casos más exageros y fructíferos de cómo la paranoia y cierto tipo de delirios son capaces de condicionar la obra literaria de un autor, lo encontramos en Philip K. Dick, quien se cuestionaba continuamente acerca de la realidad y de la consciencia (Valis, Ubik, La penúltima verdad, etc).

En estos ejemplos podemos ver cómo los demonios interiores de los escritores pueden llegar a forjar algunos de los elementos de sus particulares universos literarios.

06 febrero 2008

Podemos recordarlo por usted

Ayer se me ocurrió una idea loca de ésas que de vez en cuando se me pasan por la cabeza, aunque poco después me di cuenta de que no era ni verdaderamente mía ni tan loca. ¿Es posible robarle los recuerdos a alguien?

Capítulos de The Red Dwarf aparte, no es un tema nuevo. En la ciencia ficción ha sido tratado en múltiples ocasiones. Tal vez, el maestro de esta temática sea Philip K. Dick, muy interesado por este tipo de disquisiciones filosóficas (y prácticas).

Tenemos el caso de la película Desafío total, protagonizada por el inefable Governator Arnold Schwarzenegger y basada en un relato de Philip K. Dick: “Podemos recordarlo por usted al por mayor” (“We Can Remember It for You Wholesale”, 1966). En ella, un hombre aparentemente normal y corriente contrata los servicios de una empresa especializada en la implantación de recuerdos, aunque algo sale mal… aparentemente.

La película es verdaderamente paranoica y, salvo por un pequeño detallito, uno acaba sin saber si lo que ha vivido el protagonista es real o producto de su delirante imaginación.

También basada en un relato de Dick, en Blade Runner, uno de los replicantes tiene en su posesión unas fotografías extraordinariamente detalladas que pretenden dotarle de recuerdos del pasado.

¿Desvaríos? No, la pura realidad. Esta es la idea que tuve: ¿para qué irme de vacaciones a Londres si puedo vivir las vacaciones de un montón de personas que acaban de volver de dicha ciudad y han colgado en internet sus fotografías, vídeos y experiencias? ¡Adueñémonos de esos recuerdos anónimos y montémonos nuestra propia aventura sin salir de casa, a un coste casi cero y sin el menor riesgo a que el avión que nos lleve se estrelle! Asimov hubiese estado encantado de la vida.

Sí, ya sé que sería una realidad inventada, que no tendría emoción, ¿pero quién quiere emociones durante las vacaciones? Ese chubasco que nos deja calados hasta los huesos, ese museo que no pudimos visitar porque justo el día que fuimos a verlo estaba cerrado, ese carterista que nos hizo perder media mañana en la embajada y en el consulado…

Naveguemos por la blogosfera, la flickeresfera y por la youtubesfera y podremos visitar los más recónditos lugares del planeta sin los inconvenientes de tener que vacunarnos, aprender un idioma exótico o sufrir la venganza de Moctezuma.

A fin de cuentas, ¿qué es lo que os pensáis que vais a ver si viajáis vosotros mismos? Comeréis las comidas típicas en los restaurantes típicos, haréis las fotos típicas a las estatuas típicas y os compraréis las pulseras típicas en aquel mercado tan típico. Para conocer realmente un país no podéis coger un vuelo barato de fin de semana.

Para conocer una realidad diferente, tenéis que vivir una temporada en el país en cuestión, relacionaros con la gente normal de a pie (o no tan normal) y hacer algo más que vagar por las calles haciendo poses antes una cámara de vídeo. En caso contrario, es mejor navegar por internet, que consume menos recursos y contribuye mucho menos al calentamiento global.

05 febrero 2008

Correlaciones: Rastreando un gen

Hay una escena de la narración de Luz de otros días, de Arthur C. Clarke y Stephen Baxter en la que, mediante el uso de una peculiar tecnología temporal, uno de los protagonistas se dedica a rastrear una determinada característica genética remontándose a los orígenes de la raza humana.

Algo parecido ha conseguido Hans Eiberg, profesor del Instituto Pamun de la Universidad de Copenhague, utilizando, eso sí, tecnologías menos futuristas. Tras un detallado estudio de poblaciones con ojos azules de diferentes razas y lugares muy alejados geográficamente, ha llegado a la sorprendente conclusión de que todas las personas que tienen los ojos azules descienden de un único ancestro común.

Dicho de otra manera, la mutación de los ojos azules, consistente en la inhibición de la producción de melanina en los iris de los ojos, sólo se ha producido una vez en la historia, pero ha tenido tal éxito que hoy en día millones de personas en todo el planeta gozan de este factor genético o bien son portadores de él.

Al parecer, esta mutación se produjo entre hace 6.000 y 10.000 años. Si dispusiéramos de la tecnología de observación temporal de Luz de otros días, podríamos llegar a rastrear el origen de este gen hasta su primer portador, es decir, el primer humano con los ojos de color azul.

Se cree que esta mutación ha tenido un éxito tan inusual debido a algún tipo de discriminación sexual positiva a favor de los portadores de esta mutación. Es decir, que la gente con ojos azules es, de alguna manera, más atractiva para los demás y tiene, por tanto, más posibilidades de reproducirse y transmitir el caràcter genético a su descendencia.

Este estudio abre la puerta a otros de similares que nos podrían aclarar el porqué de algunas características dominantes o recesivas en el genoma humano.

04 febrero 2008

Inventores

Hace un par de días, leía en una entrevista que le hacían a un señor en el diario La Vanguardia la frase “mi amigo Gene Wolfe, que inventó la máquina de hacer las Pringles”. La verdad es que me llamó la atención porque Gene Wolfe es el nombre de un conocido autor de fantasía y de ciencia ficción, pero no le di más importancia y pensé que era una de esas tantas coincidencias de nombres que se dan en la vida.

Pero hoy leo en un blog que el autor de ciencia ficción Gene Wolfe ”ayudó a desarrollar la máquina que cocina las patatas Pringles”. ¡Sorprendente!

Para mayor divertimento, en el mismo blog se afirma que Robert A. Heinlein, otro conocido escritor de ciencia ficción, sobre el que han llovido ríos de tinta preguntándose si era o no era facha, concibió… ¡la primera cama de agua!

Desde luego, no deja de llamar la atención la inventiva de algunos escritores. Sin ir más lejos, creo que fue Alberto Vázquez-Figueroa quien ideó un sistema bastante simple para lograr desalinizar el agua del mar.

Muchos escritores del fantástico llevaron una vida “oculta”, en el sentido de que era poco conocida por sus fans. La de inventores es una faceta, en cierto punto bastante lógica, dadas sus capacidades imaginativas.

Así, por ejemplo, es sabido Arthur C. Clarke inventó el concepto de órbita geoestacionaria, que ta útil ha sido para el posicionamiento de los llamados satélites geoestacionarios. A dicha órbita también se la llama órbita de Clarke.

O que Tolkien inventaba lenguas para su use y disfrute particular, que posteriormente fueron utilizadas en su obra, como en El Señor de los Anillos, El Hobbyt o El Silmarillion.

El propio Hugo Gernsback, padre de la ciencia ficción moderna, inventó un instrumento musical eléctrico controlado por teclado.

¿Alguien conoce más ejemplos de inventores dentro del mundo de la literatura fantástica?