24 octubre 2008

Correlaciones: Terminator está aquí y pregunta por usted

El Pentágono nos sorprende periódicamente con alguna de sus brillantes ideas que, la mayor parte de las veces son para echarse a temblar. Ahora, a algún alma iluminada fan de Terminator o de Galáctica se le ha ocurrido ponerse a buscar contratistas para construir un ejército de robots.

Estos simpáticos constructos se destinarían a "buscar y detectar humanos no cooperativos en ambientes cerrados". Vaya, dicho de otra manera: a la caza de los humanos. Sólo nos faltaba esto: un ejército de droides.

La idea sería que los robots estuviesen bajo supervisión de una humano, por supuesto, cómodamente alojado lejos de la acción. Ya existen robots desactivadores de bombas, controlados remotamente, pero esto es algo diferente. Aquí, los robots operarían con un software "inteligente" que los dotaría de una cierta autonomía.

Este tipo de noticias suelen causar una cierta alarma y con razón. Ya nos advirtió un montón de veces Isaac Asimov sobre el complejo de Frankenstein. Y es que no se trataría de robots domésticos, sino de robots militares cazahumanos. No se me ocurre una peor propaganda en contra de la cibernética.

Por otro lado, era de esperar. Un soldado robot no se queja, no cobra, no tiene parientes que toquen las narices a los políticos y, sobre todo, no parece generar demasiada empatía. No es lo mismo enviar a unos chavales a invadir Iraq, que enviar un enjambre de cacharros metálicos con muy mala leche. Nadie lloraría su pérdida y si se fabrican en masa, supongo que serían relativamente baratos.

La ciencia ficción ha explorado muchas veces el tema. El soldado invencible, sin sentimientos, que no necesita comer, beber, ni dormir. Que puede trabajar las 24 horas del día ininterrumpidamente, que no siente frío ni miedo y que obedece ciegamente las órdenes.

Claro que se me ocurre algo peor que la obediencia ciega en un robot: un cierto libre albedrío. Creo que eso los convertiría en algo muy muy cercano a un ejército de asesinos sin escrúpulos y eso creo que sería todavía más preocupante...

16 octubre 2008

Klaatu Barada Nikto

Ayer vi por vez primera un clásico del cine de ciencia ficción: Ultimátum a la Tierra. A pesar de que alguna de sus escenas son míticas, nunca había tenido la ocasión de ver la película, así que decidí comprármela y verla tranquilamente en casa.

No me decepcionó. A pesar de los años transcurridos desde su creación, la película sigue siendo rabiosamente actual. Los seres humanos seguimos matándonos en guerras estúpidas y ejerciendo la violencia como algo completamente cotidiano. No hemos cambiado mucho en el último medio siglo. De hecho, no hemos cambiado demasiado en los últimos milenios.

La película es de las que hace reflexionar, además de entretener. Evidentemente, no es una obra maestra del cine, pero tiene su gracia. La idea de tener una policía tan radical contra la violencia no es nueva y sigue teniendo el mismo problema que desde siempre: ¿quién vigila a los vigilantes?

En Ultimátum a la Tierra, los guardianes del buen comportamiento de las razas de la galaxia son unos todopoderosos autómatas dotados de amplios poderes para cargarse lo que haga falta, planetas incluidos. Se les supone incorruptibles, aunque claro...

Decía que la película sigue siendo de actualidad porque en un determinado momento, aparece un científico con un cierto aire de Albert Einstein que viene a decir que a los científicos no se los respeta ni se los escucha. Que los que mandan son otros (militares, políticos, magnates).

La película exuda un cierto aire de "la ciencia como mundo libre y salvador" que, por desgracia, ha acabado perdiendo con el transcurso de los años. Hoy día, a pesar de que dependemos de la ciencia y de la tecnología más que nunca, ésta carece de prestigio.

Cualquier pelagatos que apenas sepa farfullar cuatro frases pero que le dé bien al esférico se convierte en un ídolo de masas y gana ingentes fortunas. No hablemos ya de los famosillos de tres al cuarto que son tan inútiles que lo único que pueden ofrecernos son sus miserias personales.

En cambio, aquellos intelectuales que se esfuerzan por comprender el universo y mejorar la Humanidad son completamente ignorados. Incluso son despreciados y ridiculizados por la sociedad y los medios de comunicación, completamente entregados al ocio y a la superficialidad.

15 octubre 2008

Inspiración psicohistórica

He leído con notable sorpresa que el recientemente galardonado con el premio Nobel de economía, Paul Krugman se metió en esto de la economía inspirado tras la lectura de la trilogía de Las Fundaciones de Isaac Asimov y que le hubiera gustado ser psicohistoriador.

Conocía muchos casos de personas que habían entrado en el sendero de la ciencia gracias a la ciencia ficción o debido al visionado de series de divulgación magníficas como Cosmos de Carl Sagan, pero es la primera vez que oigo lo de la psicohistoria, esa ciencia tan "denostada".

Incluso parece ser que al principio de su carrera, publicó un peculiar artículo titulado "Teoría del comercio interestelar", que cualquier escritor aficionado a estos temas haría bien en leerse, pues seguro que extraía alguna idea interesante de él.

Últimamente, por eso, la psicohistoria, llamada así o con otros nombres más poéticos, como Cliología, vuelve a estar de moda en la ciencia ficción. El principal responsable de ello es otro escritor de ciencia ficción: Michael Flynn, en obras como Eifelheim o En el país de los ciegos. En esta última, incluso facilita una lista de lecturas complementarias de "introducción" a la Cliología.

Es evidente que la Psicohistoria tal y como fue concebida clásicamente carece de sentido. No es posible predecir los acontecimientos históricos con precisión, ni siquiera recurriendo a la estadística, porque hay una cosa fantástica llamada caos que lo impide.

No obstante, reformulaciones más modernas que incluyen la caoticidad, la teoría de las catástrofes (René Thom) y otros fenómenos parecidos, son mucho más creíbles, aunque desde luego esta disciplina científica sigue sin existir. Al menos que sepamos, claro...