28 agosto 2008

Correlaciones: Zoología ficción

En 2008 se cumplen los 250 años en que el sueco Carl von Linné, apodado el príncipe de la botánica, inventó la nomenclatura binomial con que se bautiza en la actualidad a las especies vegetales, animales y demás cosas vivas.

Ahora bien, ¿quién decide qué nombre se le pone a cada cosa? En principio su descubridor, que debe seguir un protocolo establecido hasta que dicho nombre es reconocido por un organismo internacional.

Alguien dijo una vez que la zoología es el arte de insultar a los animales en griego y en latín y su parte de razón tenía, porque algunos de los nombres que se les ponen a ciertas especies, bordean el delito. ¿A quién se le ocurrió ponerle Scrotum humanum a una especie de dinosaurio?

Me gustaría citar algunos casos curiosos de nomenclatura biológica relacionados con la fantasía y la ciencia ficción. Igual que a los niños se les pone Maya (por la abeja), Anakin (por Skywalker) o Xena (por la princesa), ¿por qué iban a salvarse los pobres animalicos?

Así, existe un simpático ácaro australiano que debe poseer unas cualidades extraordinarias, porque fue bautizado con el siniestro nombre de Darthvaderum greensladeae. Posiblemente habite en el reverso tenebroso de la Fuerza.

Siguiendo con los siniestros bichos australianos, una araña que vive en completa oscuridad en las cuevas, recibió el bonito nombre de Draculoides bramstokeri (por Bram Stoker, el autor de Drácula).

También tenemos a un crustáceo del Caribe, al que se le dio el nombre de Godzillius robustus, que tiene una cierta similitud, además, con Godzilliognomus frondosus, aunque no seré yo quien vaya a escrutar sus diferencias morfológicas.

Pero uno de los filones más explotados es, sin duda alguna, Tolkien y su Señor de los Anillos. Así, tenemos un hexápodo que habita en las cuevas de Castellón y de Tarragona que se llama -como no- Gollumjapyx smeagol. Mide dos centímetros de longitud, es transparente y al parecer es un feroz depredador. Pobrecito Smeagol...

Continuando con los seres siniestros nacidos de la pluma de Tolkien, también existe una Nazgulia petiolata, que es una especie de avispa parásita de lo más enternecedora.

Incluso algunos escritores de género tienen su homónimo en el reino animal. Por ejemplo, Arthur C. Clarke (Serendipaceratops arthurcclarkei) o Terry Pratchett (Psephophorus terrypratchetti). Por cierto, por si os interesa, el animal dedicado a Clarke es un dinosaurio y el de Pratchett, una enorme tortuga extinta. Si ya lo digo yo que la ciencia ficción se está convirtiendo en una pieza de museo...

27 agosto 2008

Glosolalia

Uno de los temas que he visto poco reflejado en la literatura de ciencia ficción futurista es el de la evolución natural del lenguaje. Éste, como todas las entidades "vivas" de nuestro planeta, se va modificando con mayor o menor presteza en función de fenómenos muchas veces difíciles de determinar.

No obstante, sí que es posible hacer una cuantificación estadística del proceso de cambio que puede esperarse de ciertos elementos de un lenguaje. Así, los matemáticos de la Universidad de Harvard, Erez Lieberman, Jean-Baptiste Michel y sus colegas han utilizado un modelo matemático basado en seis reglas para predecir ciertos aspectos evolutivos de la lengua inglesa.

Concretamente, han fijado su atención sobre el pasado de los verbos irregulares. Existe una cierta tendencia normalizadora en éstos, de manera que aquellos verbos que no forman el pasado añadiendo el sufijo -ed se ven sometidos a una influencia unificadora que, con el paso del tiempo, acabará "regularizándolos".

En particular, han determinado que dichos verbos se regularizan a un ritmo inversamente proporcional a la raíz cuadrada de su frecuencia de uso. Es decir, que un verbo A que se emplea 100 veces menos que otro B, evolucionará 10 veces más deprisa que el verbo B.

Así, verbos tan utilizados como "be" (ser, estar) o "think" (pensar, creer) tienen longevidades esperadas de 38.800 años y 14.400 años respectivamente. Es decir, que seguirán siendo irregulares durante milenios. En cambio, otros como "shrive" (confesar) o "smite" (golpear), se regularizarán en cuestión de pocos siglos.

En mi opinión, estos cambios son demasiado lentos. Es evidente que las lenguas evolucionan mucho más deprisa. Incluso hoy día, que mediante el sistema educativo y los medios de comunicación de masas es posible fijar mucho más la lengua a un estándar, también es posible transmitir nuevas modas y evoluciones gracias al sistema.

Robert Silverberg en Las máscaras del tiempo insinuaba que las lenguas habían evolucionado enormemente en el futuro. Otros, como Asimov, apuntaban a un predominio del inglés, que también habría evolucionado, aunque relativamente poco. Y otros, como los chicos de Star Trek no tienen estos problemas gracias al traductor universal: Kaj paj, kaj pej. No se descubre a Shakespeare hasta que se lee en el klingon original...

25 agosto 2008

Final feliz para la kumari viajera

Hace tiempo, escribí un post hablando de las kumaris, las niñas-diosas del Nepal, que a muy temprana edad son apartadas de su familia y llevadas a un palacio, donde la gente las tiene por divinidades vivientes. Esto, lejos de ser algo maravilloso, puede acabar siendo una verdadera pesadilla para estas pobres niñas que nunca tuvieron una infancia normal y que son destronadas en cuanto vierten sangre, generalmente, la de la menstruación.

Pero soplan vientos de cambio en Nepal. Tras el derrocamiento de la monarquía, esta otra institución, las kumaris, también ha sido sometida al escrutinio de los nuevos tiempos. El Tribunal Constitucional nepalí ha resuelto que las kumaris tienen derecho a tener una infancia normal y podrán ir a la escuela.

Asimismo, el Tribunal ha ordenado que las kumaris gocen de una pensión cuando dejen su puesto, lo que representará un gran avance para unas niñas que, una vez desposeídas de la divinidad, se encontraban con que nadie las quería, tal vez debido al temor que inspiraban. Final más o menos feliz, pues, para estas niñas.

22 agosto 2008

Warp

¿Se puede viajar más rápido que la luz? La verdad es que la pregunta tiene su trampa. Lo que dice la teoría de la Relatividad enunciada por Albert Einstein es que ningún objeto material que viaje a una velocidad inferior a la de la luz podrá jamás superarla. Esto abre varias posibilidades.

Por ejemplo, los fotones y otras partículas con masa en reposo nula, no sólo viajan a la velocidad de la luz, sino que no pueden viajar a ninguna otra (al menos en el vacío). Las partículas materiales ordinarias, deberían viajar a velocidades inferiores a las de la luz.

Pero la Relatividad permite un constructo matemático de unas partículas teóricas denominadas taquiones de masa imaginaria (¿?) que deberían viajar siempre a velocidades superiores a la de la luz. Son como una especie de imagen especular de las partículas materiales ordinarias, que podríamos denominar tardiones.

No obstante, un objeto formado por tardiones (como todo lo que conocdemos hoy día) seguiría sin poder viajar a una velocidad superior o igual a la de la luz. Pero como decía, esto tiene trampa.

La cuestión es que la teoría de la Relatividad no dice nada acerca de a qué velocidad puede expandirse el espacio. Recordemos que, según todas las observaciones científicas actuales, el Universo se encuentra en expansión y tuvo su origen en un evento espacio-temporal extraordinario denominado Big-Bang.

Recientemente se ha descubierto que esta expansión no es constante, sino que es ligeramente acelerada. Para explicarlo, los científicos se han sacado de la manga una cosa que denominan "energía oscura" (por su análoga, la teórica materia oscura) que vendría a ser la responsable de esta expansión acelerada y que vendría a ser algo así como una constante cosmológica negativa.

No obstante nadie tiene ni idea de qué es la energía oscura exactamente. Si ya hay serios problemas para poder saber qué es la materia oscura, imaginad una cosa tan esotérica como ésta.

Pero ello no impide especular con ella. Gracias a las construcciones matemáticas del físico mexicano Miguel Alcubierre, se ha especulado recientemente sobre la posibilidad de desarrollar un dispositivo que crease a su alrededor una burbuja de energía oscura. De esta manera, el dispositivo podría acelerarse a velocidades superiores a las de la luz.

Se trata del "clásico" dispositivo "warp" o motor de curvatura que aparece en la conocida serie de ciencia ficción Star Trek. Curiosamente, a Alcubierre se le ocurrió la idea viendo un capítulo de esta serie. Para que digan luego que la ciencia ficción son tonterías del espacio...

21 agosto 2008

Correlaciones: Los gubru entre nosotros

Tras los posts en que hablaba de la inteligencia de los córvidos y de los loros, ahora completaré la secuencia con otra ave mítica: la urraca o garza, elemento de primera magnitud en la heráldica castellana.

Según un estudio reciente del Instituto de Psicología de la Universidad Goethe, en Frankfurt, al parecer las urracas son el primer caso de ave que son capaces de reconocerse en un espejo. Esto podría parecer baladí de no ser porque hasta ahora, sólo se conocía esta habilidad de ciertos primates, delfines y elefantes. Es, pues, la primera vez que esto se descubre fuera de los mamíferos.

Así pues, este rasgo que parecía ser propio de animales dotados de neocórtex también está presente en los córvidos, familia de aves que ya ha demostrado poseer ciertos rasgos de inteligencia anteriormente sólo atribuidos a ciertos mamíferos.

Siempre que hablo de la inteligencia de las aves, cito el caso de los gubru, una especie ficticia de pajaroides inteligentes creada por el escritor de ciencia ficción David Brin en su serie de novelas del universo de los Sofontes o de la Elevación.

Y es que la inteligencia parece no estar contenida en los primates (como demostraron los estudios con cetáceos), ni si quiera en los mamíferos. Al parecer las aves, que no disponen de neocórtex, la parte más exterior del cerebro en los mamíferos y la más reciente evolutivamente hablando, también pueden tener rasgos de inteligencia avanzada.

La urraca siempre se ha tenido por un ave inteligente. Es conocida su habilidad para hacerse con objetos brillantes que transportan a sus nidos. ¿Tal vez un antepasado evolutivo de la codicia por los metales preciosos que también tiene el hombre?

20 agosto 2008

Tómate una ducha

Es divertido el nivel de detalle a que a veces puede conducirnos la ciencia ficción futurista. Por ejemplo (y perdón por la frase), ¿cómo se limpiarán el culo en el futuro? ¿Cómo se ducharán o cómo se lavarán el pelo? ¿Cómo se afeitarán?

Algunos autores se han mojado y han ideado métodos higiénicos más o menos creíbles para responder a estas preguntas tan básicas, que no todo tienen que ser láseres, fáseres y desintegradores de bolsillo, oye.

Así, por ejemplo, el inefable Asimov, en Los límites de la Fundación, nos habla de duchas con muy poca agua (hay que ahorrar) y con aire caliente a presión para secarse. En lo que al afeitado se refería, Asimov proponía una maquinilla de afeitar láser, que al parecer podía tener algún efecto secundario desagradable.

Los chicos de Star Trek toman una ducha sónica, que supongo que debe ser algo así como una ducha a base de ultrasonidos. Yo no entraría muy tranquilo en un lugar así, por temor a que me explotase algún órgano. Recordemos qué les pasó a unas gallinas próximas a una fábrica que emitía vibraciones infrasónicas potentes que entraban en resonancia con el cráneo de las pobres aves...

Aunque reconozco que el caso más divertido es el que aparece en la película Demolition Man, en la que se habla que eso de los rollos de papel de seda es algo obsoleto. Ahora se utilizan "las tres conchas", que el pobre Sylvester Stallone, recién salido de criogenia no tiene ni la más remota idea de cómo utilizar.

Un amigo mío tiene la teoría que ir al retrete será una experiencia curiosa en el futuro y en ella intervendrá un chorrito de agua convenientemente dirigido, seguido de un chorro de aire para secar. Si es así, espero que el mecanismo no se estropee o van a producirse verdaderas tragedias en los lavabos del futuro...

19 agosto 2008

Pues Babel era 17

Al parecer, el argumento central de la novela de Samuel R. Delany, Babel 17 (Premio Nebula, 1966) no era tan de ciencia ficción, sino que tenía más parecido con la realidad del que pudiéramos suponer inicialmente.

Sin llegar al extremo de la novela, en que un bando combatiente en una guerra interestelar desarrolla un lenguaje como arma que, al ser aprendido te convierte automáticamente en uno-de-los-otros, ahora un estudio demuestra que el lenguaje tiene ciertas y curiosas repercusiones en la personalidad.

Concretamente, David Luna (Baruch College), Torsten Ringberg, y Laura A. Peracchio (Universidad de Wisconsin-Milwaukee) han estudiado grupos de mujeres bilingües (español-inglés) y han descubierto que la personalidad de los sujetos estudiados cambia perceptiblemente en función de la lengua que usan.

¿Fascinante, no? Algo parecido sucedía también en Los lenguajes de Pao de Jack Vance, en que en función del tipo de lenguaje que hablaban ciertos grupos, tendían a ser guerreros o burócratas.

No creo en el determinismo lingüístico, pero sí en las profundas conexiones existentes entre el lenguaje y la personalidad. A fin de cuentas, ambos son fenómenos o procesos derivados y producidos por y en el cerebro. No debiera sorprendernos que estén conectados.

Así pues, las personas bilingües o directamente políglotas, no sólo utilizan diferentes partes del cerebro en función de la lengua que utilizan cuando hablan o piensan, sino que incluso ello les modifica la personalidad.

Como hecho anecdótico, yo que soy bilingüe catalán-castellano os puedo jurar que soy incapaz de discutir en catalán. Y no porque no tenga recursos lingüísticos para ello: es que no me sale. Y no se trata de un problema de diglosia. Simplemente, no me sale discutir en catalán.

Asimismo, ni disfruto de la misma manera la poesía catalana o la inglesa que la castellana. Parece como si fuesen procesadas en "áreas" cerebrales ligeramente distintas. Tal vez no sea un fenómeno directamente ligado el lenguaje, sino al aprendizaje, pero no deja de ser curioso.

En el caso de las mujeres hispano-inglesas se autocalificaban como más enérgicas y decididas cuando hablaban en castellano. Asimismo, la percepción que tenían de los anuncios publicitarios variaba notablemente en función de la lengua en que los escuchasen.

Tal vez exista la campbellización límbica (Mercaderes del espacio, Prederik Pohl & Cyril Kornbluth), pero tendrá que aprender idiomas. Así que, ya lo sabéis, publicistas, otro factor a tener en cuenta a la hora de desarrollar estrategias para comernos el coco a los consumidores...

14 agosto 2008

El misterio de la fuerza

Decía una vez Miquel Barceló que la saga de Star Wars no sería lo que es sin la Fuerza. Ese elemento misterioso es tal vez el mayor atractivo argumental. Porque vaya, batallitas en el espacio, bares tugurio, emperadores malvados y héroes desinteresados los hay por doquier.

Sin ser un fanático de la saga de George Lucas, creo que lo que le da ese aura especial a las películas, especialmente a las tres primeras que filmó, es la increíble combinación de elementos tomados de otras series o mitologías.

En primer lugar, el escenario: un Imperio galáctico corrupto y decadente claramente inspirado en el Imperio galáctico asimoviano, que ha devenido tras la agonía de una república no mucho menos corrupta y decadente.

En segundo lugar, unos guardianes defensores -los Jedi- dotados de misteriosos e increíbles poderes y habilidades que también resultan afectados por la decadencia de la República a pesar de que parecen vivir en su mejor momento.

En tercer lugar, una estética claramente futurista, creada especialmente para la saga, con increíbles naves espaciales, desde cruceros inmensos, naves-planeta (como la Estrella de la Muerte), pasando por los maniobrables X-Wings.

En cuarto lugar, una mezcla de humanos y de alienígenas, que conviven en una especie de paz metaestable. Aunque donde se desarrollan las primeras películas no es en la sofisticada capital, Coruscant (un remedo de Trántor, la ciudad-planeta), sino en planetas desérticos, o helados o boscosos, habitados por extraños seres.

No en vano, muchos han dicho que Star Wars no es propiamente ciencia ficción, sino una serie de películas de vaqueros ambientados en el espacio, con sus antros y sus duelos a pistola y a sable de luz.

Pero hay mucho más. La orden Jedi es una especie de orden religiosa, de una filosofía claramente oriental, parecida a la del budismo y una parte de la iconografía de la serie, como los sables y la máscara de Darth Vader, parecen claramente inspirados en los samurais japoneses.

Y de por medio, está la Fuerza. Esa cosa misteriosa, a medio camino entre lo inexplicable y lo fantástico, que lo vuelve todo aún más atractivo. Es por ello que creo que una de las pifias de la segunda trilogía fue tratar de explicar "racionalmente" la naturaleza de la Fuerza con el rollo espantoso de los midiclorianos.

En fin, en cualquier caso, la segunda trilogía potencia en algún caso elementos propios de la tragedia griega: los dos gemelos separados al nacer, el padre traicionado que se quiere vengar o la dualidad entre el bien y el mal que no acaba de estar tan clara como inicialmente parece.

13 agosto 2008

Del cine a la televisión

Últimamente me ha llamado la atención un fenómeno cultural que no afecta únicamente a la ciencia ficción, sino que parece darse en un campo bastante más amplio. Me refiero a la correlación inversa entre la disminución del número de películas de ciencia ficción interesantes y el aumento de las series de televisión de género.

Porque, vamos a ver, ¿qué películas del genéro fantástico recordáis como algo excepcional de los últimos diez o quince años? Ya no hablo de obras maestras, pues entonces tendríamos que retroceder al 2001 de Kubrick o al Blade Runner o al Alien de Ridley Scott.

Es evidente que las "buenas" películas de ciencia ficción, aun considerando lo de "buenas" en un sentido amplio del adjetivo, no abundan últimamente. En cambio, la televisión ha producido en la última década, algunas series remarcables, que gustarán más o menos, pero que como mínimo son llamativas.

Permítaseme citar unos cuantos ejemplos, como Battlestar Galactica, Perdidos, Babylon 5, Star Trek: Voyager, Star Trek: Enterprise, Star Gate, Héroes o Torchwood.

El fenómeno es perfectamente explicable con los números en la mano: producir una serie de televisión suele ser menos arriesgado económicamente que una gran superproducción. Además, las películas de ciencia ficción se han convertido en simples ensaladas de efectos especiales en la mayor parte de los casos.

Así, podemos observar que el número de series de ciencia ficción y de fantasía se dispara a partir de finales de los '90 de manera notable, lo que explica que entre tanta abundancia, haya unas cuantas que destaquen.

Una serie permite desarrollar mucho mejor los caracteres de los personajes, explotar filones o aprovecharse de éxitos seguros. Por ejemplo, la mayor parte de las series suelen tener algún capítulo relacionado con médicos o con abogados, que suelen ser del interés de la audiencia.

Asimismo, una serie siempre permite incorporar materiales de relleno con relativa facilidad, cosa habitual después de un capítulo cuyo coste se haya disparado, a menudo por el abuso de los efectos especiales.

Parece como si el cine hubiese perdido buena parte de la creatividad que lo caracterizaba y ésta haya sido transferida a las series de televisión. Veremos si se trata de un fenómeno provisional o es la nueva tendencia que se consolidará en los próximos años.

12 agosto 2008

No será tanto

Ya lo decía nuestro inefable HAL, la computadora a cargo de la Odissey en 2001. Una odisea en el espacio, de Arthur C. Clarke:

- (En el ajedrez, a la tripulación) les dejo ganar el 50% de las veces.

A lo que yo añadiría:

- Para que no se me depriman.

Y es que ya se sabe que en una nave espacial, con lo automatizado que está todo, los astronautas deben sentirse bastante inútiles. Que se lo pregunten si no a los astronautas de las lanzaderas espaciales norteamericanas.

Pero no quería hablar de esto. Ya sabéis que hace unos años, el computador Deep Blue le ganó una partida de ajedrez a un gran maestro. Ahora, la historia se repite, sólo que con un juego aparentemente más diabólico: el Go.

El 7 de agosto de 2008, el programa Mogo, ejecutándose en una supercomputadora, fue capaz de batir al jugador de Go profesional, Myungwan Kim en un tablero 19x19.

Parece que uno tras otro, los grandes juegos de estrategia, considerados mucho tiempo como coto exclusivo de la mente humana, van siendo conquistados por los ordenadores. Potencia de cálculo ultramasiva contra estrategia y memoria bastante limitada.

Mientras esto no ha sucedido, hemos tenido que escuchar largas retahílas de parrafadas autolaudatorias sobre la increíble capacidad del cerebro humano y sobre lo superior que es éste respecto de los "cerebros" electrónicos.

Sin despreciar en absoluto al cerebro homínido, tampoco hay para tanto. Como cualquier neurólogo competente nos diría, el cerebro humano ha ido evolucionando capa tras capa y a base de ensayo y error, lejos de ese aura de diseño sofisticado y ultracomplejo.

En fin, que no hay para tanto. El cerebro humano es capaz de hacer cosas que las máquinas no serán capaces de hacer durante muchas décadas, tal vez durante siglos, aunque yo no pondría la mano en el fuego sobre la posibilidad de que, algún día, no acaben superándonos en todo.

08 agosto 2008

Los dos anillos

Otra de las conexiones entre la literatura fantástica y la ópera se da en el caso de dos obras capitales en cada uno de los dos géneros. Por un lado, en la literatura, está El Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien. Por el otro, en la ópera, El anillo del Nibelungo, de Richard Wagner.

Ambos autores bebieron de fuentes comunes y se inspiraron claramente en la mitología germánica y nórdica para realizar sus creaciones. Ambos debieron leer las narraciones del Ciclo artúrico, el poema épico de Los Nibelungos, El Kalevala y otras muchas narraciones.

Tanto Tolkien como Wagner tenían la intención de crear una mitología para sus respectivos países. Tolkien, deseaba que los británicos tuviesen una mitología propia, ya que la suya se había perdido por los avatares de la historia. Wagner, quería que el pueblo alemán tuviese como referencia la mitología de sus óperas. Para ello recurrirán a diversas fuentes mitológicas y obtendrán resultados muy diferentes, pero con una gran cantidad de elementos y ambientaciones en común.

Uno de los elementos simbólicos común a ambas obras es el anillo. En la obra de Tolkien, el anillo único es forjado por Sauron, un espíritu malvado, cuya intención es la de someter a todos los demás. El anillo representa el poder y en última instancia, el mal. El anillo es forjado en el Monte del Destino y debe ser arrojado a un río de lava si se desea su aniquilación.

En la obra de Wagner, el oro del Rhin, que representa el espíritu de la germanidad, es robado por un Nibelungo y transformado en un anillo y un yelmo, dotados de grandes poderes. Nuevamente, el anillo aquí representa el poder y finalmente, es lanzado al Rhin, mientras las llamas de la pira funeraria de Siegfrid ascienden hasta el Walhalla y lo consumen.

La idea de un anillo poderoso, símbolo del poder, forjado por manos artesanas, que trae la desgracia a quien lo posee y que arrastra a todo el universo con él es una idea que comparten ambas épicas, la tolkeniana y la wagneriana.

Es cierto que existen muchísimos más elementos en común, pero en mi opinión, es esta idea, unida a la del héroe expiatorio y a la del final de una era gloriosa las características más notables de ambas series épicas.

Es curioso que, aun con intenciones completamente opuestas, ambas sagas concluyan con el advenimiento de una era moderna básicamente cristiana. En Tolkien apenas se insinúa, aunque está clara su intención, debido a su profunda fe, que impregna los leitmotive de la obra, mientras que Wagner viene a decir que tras la muerte de los viejos dioses, el cristianismo será el elemento cultural central en el pueblo germánico, si bien, a diferencia de Tolkien, está muy influido por el anticlericalismo y el ateísmo de Nietzsche.

07 agosto 2008

Les bruixes de Viladrau / Laia Aguilar

Les bruixes de Viladrau
Laia Aguilar
Ed. Alisis


Les bruixes de Viladrau (Las brujas de Viladrau) es una historia fantástica de brujas buenas y malas, pero sobre todo es una historia sobre el amor y la intolerancia, sobre la fidelidad y sobre el miedo, en definitiva, sobre las grandezas y las miserias del alma humana.

La acción transcurre en la población catalana de Viladrau, unos años después del Concilio de Trento, lugar al que se desplazan un restaurador de retablos y su hijo adolescente a fin de reparar los daños causados en una obra sacra, supuestamente por una acción diabólica.

La narración describe el miedo de la gente ante lo desconocido y la caza de brujas real que se desató en aquellos años por toda Catalunya, especialmente en la zona centro-oriental del Principado.

Hay algunas obras que tratan la intolerancia desatada por la quema de brujas de los siglos XVI y XVII, pero ésta lo hace desde una óptica curiosa: la brujería es auténtica. Algunas personas tienen poderes reales, las brujas existen, sólo que no todas son malas, cosa que la convierte en una novela fantástica, siendo también un alegato contra la intolerancia.

Se nota que la autora es una guionista de televisión, pues la novela es muy visual. No sería difícil obtener un guión de ella para llevarla a la pequeña o a la gran pantalla. Quién sabe si esta no era la intención inicial de la autora.

En todo caso, es una novelada agradable de leer, que mantiene el interés desde la primera hasta la última página y que describe unos personajes que no por tópicos dejan de tener interés, ya que posiblemente, la gente de aquella época fuese bastante parecida a como se describe en la novela.

06 agosto 2008

Ópera ficción

Es como mínimo curioso relacionar un espectáculo tan tradicional como es la ópera con algo como la ciencia ficción, aunque desde luego tienen muchos elementos en común, ya que ambas son construcciones que pretenden narrar algo, ya sea literariamente, ya sea musicalmente, ya sea de ambas maneras.

Algunas de las metareferencialidades que tanto gustan hoy día en la ciencia ficción de autores como Christopher Priest o Jasper Fforde, eran la mar de comunes en la ópera verista de finales del siglo XIX e inicios del XX, como en Pagliaccio, de Ruggero Leoncavallo.

Una conocida referencia a una ópera en una obra de ciencia ficción la encontramos en ¿Sueñan los androides en ovejas eléctricas?, de Phillip K. Dick, en donde se cita el conocido duetto "Könnte jeder brave Mann" de La flauta mágica de W. A. Mozart, entre Pamina y Papageno.

En la película El quinto elemento, de curiosa estética futurista, no sólo abundan las ensaladas de tiros (recordemos que el protagonista es Bruce Willis), sino que también aparece una peculiar escena de ópera, interpretada por una soprano alienígena que parece salida de La guerra de las galaxias.

Por cierto, en la archiconocida saga de George Lucas, también aparece una escena de algo parecido a una ópera abstracta en La venganza de los Sith. ¿Motivo? Supongo que quieren ir aproximando la estética de la saga a la época imperial y uno de los espectáculos típicamente asociados a los emperadores modernos es la ópera.

En Star Trek se nos muestra, con un cierto sarcasmo, la última moda en óperas: la ópera Klingon. Incluso en uno de los episodios (Reunificación), podemos ver al teniente Worf recitando una cacofónica aria de Aktuh and Maylota, acompañado al teclado por una intérprete con cuatro manos.

También dentro de Star Trek, esta vez en ST: Voyager, tenemos al curioso personaje del Doctor holográfico (Robert Picardo), muy aficionado a cantar arias de ópera y que intenta convencer a su pupila, la borg Seven of Nine (Jeri Ryan) de que cante un duetto con él. Por cierto, ambos actores tienen bonitas voces.

Incluso podemos encontrar óperas de ciencia ficción, como es el caso de la distópica adaptación de 1984 de George Orwell, llevada a cabo por el director de orquesta, Lorin Maazel.

Otro ejemplo más es la novela de Stanislaw Lem, Cyberíada, convertida en ópera por Krzysztof Meyer, cuya música contiene elementos del jazz y algunos experimentos de carácter sonoro.

O incluso películas de ciencia ficción, convertidas posteriormente en óperas, como es el caso de La mosca, de David Cronenberg, sobre una composición de Howard Shore, escenografía del propio Cronenberg y dirigida por Plácido Domingo.

05 agosto 2008

El péndulo y el tiempo

El otro día estaba pensando en la clásica oscilación del péndulo en la historia del arte entre las formas clásicas y las formas más retorcidas, como la distinción entre arte renacentista y barroco, arte neoclásico y romántico y así sucesivamente. Aunque hoy día, el péndulo parece ir por otros derroteros, me di cuenta que ambos casos tenían algo en común: la inspiración en el pasado.

Durante el Renacimiento, surge en Europa un retorno a las formas clásicas greco-romanas. Posteriormente el barroco intentará volver a los orígenes medievales. Éste dará paso al Neoclasicismo, reacción a los excesos de formas anteriores de arte. Posteriormente, cuando llegue la época romántica, el período histórico en que se fijarán los artistas será la Edad Media. Pero siempre mirando al pasado.

En este sentido, en el siglo XIX y, sobre todo, en el siglo XX, en el arte aparece una tendencia completamente opuesta: la ciencia ficción, que mayoritariamente mira hacia el futuro. Ya sé que hay ciencia ficción del pasado y sobre historias alternativas. El género es algo muy amplio y difícil de encasillar. Pero me reconoceréis que la mayor parte de las obras de ciencia ficción están ambientadas en un futuro más o menos cercano.

En cambio, la fantasía parece beber de fuentes similares a las del arte tradicional, ya sea mirando hacia la Edad Media, su período favorito, ya sea mirando más aún hacia el pasado. En cierta manera, la fantasía y buena parte del terror sobrenatural son claramente deudores del romanticismo.

Si consideramos Frankenstein como la primera obra de ciencia ficción moderna, veremos que también la ciencia ficción tiene un origen romántico, pero escapa rápidamente hacia el racionalismo, ya sea de carácter tecnocientífico, como en Jules Verne, ya sea con componentes político-utópicas, como en H. G. Wells.

No obstante, el péndulo sigue oscilando. Aunque la ciencia ficción tenga un supuesto origen romántico y algunos subgéneros beban claramente en fuentes románticas, como la space opera, con sus héroes y epopeyas, buena parte de la ciencia ficción es claramente especulativa y más o menos racionalista. Se encuadraría más bien en los movimientos cientifistas o positivistas.

No es de extrañar que tras un largo reinado de la razón, el péndulo haya oscilado nuevamente hacia el otro extremo. La ciencia ficción se encuentra en una cierta decadencia, mientras que la fantasía triunfa, al tiempo que van surgiendo nuevas modas y tendencias.

04 agosto 2008

Turismo espacial

Últimamente estamos asistiendo a un divertido debate sobre la existencia de extraterrestres. Esto no tendría nada de especial, de no ser porque algunos de los "ponentes" son destacados astronautas de la NASA.

Así, hace pocos días, Edgar Mitchell, miembro de la tripulación del Apolo 14, aseguró que los seres extraterrestres han visitado la Tierra desde hace la tira de años y que los gobiernos lo ocultan. Por cierto, aunque con otras palabras, vino a decir que son bajitos, feos y con una tecnología acojonante.

El martes pasado, el comandante del Discovery, Mark Kelly, dijo que creía en la existencia de vida extraterrestre por todo el universo, pero que dadas las distancias y lo incómodo del viaje, tal vez no veríamos nunca extraterrestres visitando la Tierra.

Dejando aparte el caso de Michael Jackson, no existen pruebas serias de que los extraterrestres se encuentren entre nosotros o sobre nosotros. Teniendo en cuenta la proverbial capacidad humana para mantener un secreto, si los extraterrestres nos hubiesen visitado, lo más probable es que hubiésemos firmado un contrato con ellos y hubiésemos abierto un parque temático.

Bromas aparte, no creo en las conspiraciones mundiales que duran décadas. Simplemente, son poco probables. Demasiada gente, demasiados intereses, demasiadas posibilidades de ser puestas al descubierto.

Además, ¿por qué nos lo iban a ocultar? No se me ocurre una cortina de humo mejor para desviar de la atención pública una crisis económica o la mala gestión de un gobierno. ¿De qué tienen miedo nuestros gobernantes? ¿De que nos volvamos todos locos e iniciemos una orgía de autodestrucción?

Yo más bien creo que la gente se dirigiría a los edificios más altos de su localidad -como en Independence Day- con carteles del tipo "Beam Me Up, Scotty" o "I'm Alien, too". No creo que la cosa pasase de ahí. Eso y una inacabable plaga de pegatinas escabrosas para los coches con motivos alienígenas y una nueva moda a la hora de ponerles nombres ridículos a los niños, como Worf, Spock, Yoda o Zapho.

De lo que no me cabe duda es que la Tierra, tal y como están las cosas, no debe ser precisamente un destino turístico de primera. Como ponía Quino en boca de Mafalda, "si son inteligentes, no vendrán".

01 agosto 2008

La nau / Pau Planas

La nau
Pau Planas
Amsterdam Llibres


La nau (La nave) es una novela corta de ciencia ficción con un clásico planteamiento: una gran nave espacial dotada de todo tipo de comodidades en la que se encuentran embarcados un montón de personas con rumbo a "X", un supuesto planeta idílico.

Pronto comenzamos a sospechar que sucede algo raro. Los ocupantes de la nave no parecen ser los colonos típicos que uno espera encontrar en una tripulación pionera de una colonia de la Tierra. Varios de detalles van corroborando esta impresión, que se une a un cambio en la trama a partir de un cierto momento.

Desde entonces, las sensaciones de desasosiego e incluso de claustrofobia se van acumulando, planteando más preguntas que respuestas se dan. ¿Qué es la nave? ¿Un experimento fallido? ¿Una especie de Gran Hermano galáctico? ¿Una tomadura de pelo? ¿La última esperanza de la Humanidad?

La narración no da mucho más de sí, lo que para mí es positivo, ya que creo que tiene la extensión correcta. No es ni un relato alargado ni una novela acortada. El tempo es el adecuado y se lee de un tirón, pues el argumento es verdaderamente absorbente.

Por otro lado, el personaje principal tiene tiempo de asumir una cierta profundidad, mientras que el resto de personajes secundarios son mucho menos desarrollados. En cierta manera, casi todo parece girar alrededor del personaje principal, sin ser ni un héroe ni un antihéroe, sino un pobre diablo que se ha embarcado -no sabe muy bien a santo de qué- en una extraña aventura.

La nau se lee bien y deja un extraño sabor de boca con su final terriblemente abierto. En cierta manera, es su gracia. Cualquier final le habría restado gracia. Por otro lado, creo que después de las expectativas de tensión que la trama genera, el autor difícilmente podría haber cerrado el argumento de manera satisfactoria.