12 diciembre 2007

Expanded Brain

Uno de los temas recurrentes de la literatura cyberpunk es el de los implantes neuronales que permiten reforzar algunas capacidades cerebrales humanas. La lista de obras de ciencia ficción que tratan el tema es tan extenso que sería imposible tratarla aquí.

No obstante, para centrar un poco el tema, me gustaría analizar qué sucederá en el futuro cuando estos implantes sean posibles y una persona sea capaz de acceder a bibliotecas enteras del saber tan sólo deseándolo. ¿Será posible distinguir, por ejemplo, a un experto en literatura inglesa del siglo XIX de alguien con acceso a esa información mediante el implante?

Si hemos de ser sinceros, para la inmensa mayoría de seres humanos, no, no sería distinguible. Más que nada porque los únicos que podrían detectar el truco serían los verdaderos especialistas en dicha literatura. Una cosa es poder acceder a multitud de datos y referencias y otra muy diferente es ser un experto.

A una escala menor, no es lo mismo un experto en la historia de la Roma republicana que alguien que acaba de leerse un libro más o menos profundo sobre el tema. Durante un cierto tiempo, y dependiendo de la buena memoria del lector, retendrá ciertos conocimientos y datos, pero transcurrido un cierto período de tiempo, se diluirán a menos que vayan siendo alimentados.

Por eso suelo desconfiar de las personas que van de listillas y presumen de según qué conocimientos. En el futuro, habrá que desconfiar todavía más de ello. De hecho, algunas personas más o menos hábiles son capaces de utilizar los amplios recursos que ofrece internet para simular que son algo que no son realmente.

Pongamos por caso una conversación tipo chat. Conocemos a alguien que nos dice que su tema preferido son –pongamos por caso- los mongoles. Entramos en Google y en la Wikipedia y tenemos a nuestra disposición una gran variedad de artículos y referencias sobre este pueblo.

Basta leer con una cierta presteza y citar algún dato o palabra clave para convencer a nuestro contertulio, que no nos ve, que ha topado con un alma gemela, cuando con lo que en realidad ha topado es con un listillo.

Con el tiempo, la diferencia entre datos e información se hará cada vez más patente. Los datos nos inundan y no sirven de gran cosa en crudo. Sólo una buena capacidad de procesarlos adecuadamente tendrá valor. Y es por ello que siempre he creído mucho más en una buena formación generalista que en la superespecialización. Claro, que cada cuál tiene sus gustos y prioridades…

10 diciembre 2007

Eventos por siempre misteriosos

“Evento” es una de esas palabras con un cierto regusto a misterioso. Recordad, por ejemplo, las famosas siglas ELE (Extinction Level Event) o Evento Ligado a la Extinción que aparecen en la película Deep Impact. “Evento” se parece un poco a “Ente”. Cuando ha sucedido algo raro en un momento preciso, lo llamamos “evento”. Cuando se trata de algún objeto desconocido o informe, lo llamamos “Ente”.

El término “evento” proviene etimológicamente del latín “eventus”, que a su vez proviene del verbo latino “evenire”, quien deriva de la raíz indoeuropea *gwem-, que significa ir, venir.

Existe un determinado tipo de eventos que siempre me han fascinado: aquellos fenómenos ligados a una explosión o suceso catastrófico de origen desconocido que han podido ser estudiados y que se encuentran más o menos bien documentados. Algunos de ellos, en tiempos muy recientes.

El más famoso de todos, el rey de los eventos, es el Evento Tunguska, sucedido a las 7:17 del 30 de junio de 1908 en Tunguska (Evenkia, Siberia, Rusia), en las proximidades del río Podkamennaya [60°55′″N, 101°57′″]. Se trató de una explosión aérea de muy alta potencia y de origen desconocido sobre la que han corrido ríos de literatura.

Se cree que se trató de algún cuerpo celeste que detonó antes de llegar al suelo y que originó una devastación considerable, pues derribó árboles en un área de unos 2150 km2, tirando gente al suelo a una distancia de 400 km de distancia, lo que no es precisamente poco. No se originó ningún cráter en el suelo, aunque hace poco se detectó uno que no aparecía en los mapas de la época. Los observatorios sismológicos de todo el mundo lo detectaron y se calcula que tuvo una potencia de entre 10 y 15 megatones. La zona del “impacto” propiamente estaba deshabitada.

Pero Tunguska no es el único evento documentado. Tenemos también el Evento de Vitim o acontecimiento de Bodaybo, que tuvo lugar a las 22:00h hora local del 25 de septiembre del 2002 cerca de la ciudad de Bodaybo (Mamsko-Chuysky, región de Irkutsk, Siberia, Rusia), en la taiga próxima al río Vitim.

En la zona se han hallado ciertas cantidades de de radiación residual en forma de isótopos radiactivos de cobalto y cesio. Un avión que volaba por la zona en el momento del evento se estrelló por causas desconocidas y se produjeron auroras boreales y enfermedades asociadas a la radiación.

La explosión tuvo una magnitud muy inferior a la de Tunguska, ya que se calcula que se liberaron entre 0,2 y 0,5 kilotones, mientras que otros consideran que entre 4 y 5 kilotones.

Otro suceso misterioso es el que se conoce como Evento del Mediterráneo Oriental, una explosión de unos 26 kilotones (el doble que la bomba de Hiroshima) sobre el mar Mediterráneo, entre Libia, Grecia y la isla de Creta [34° N 21° E] el 6 de junio de 2002.

Se cree que se produjo por la desintegración de un objeto celeste y las vibraciones que originó fueron detectadas por los sismógrafos.

También en España se han producido eventos, como el Evento de Cando, el 18 de enero de 1994, cuando una bola de fuego surcó el cielo durante más de un minuto. Posteriormente, se encontró un cráter de impacto de 25 metros de diámetro y 1,5 m de profundidad, con pinos que habían sido desplazados a gran distancia. La zona de impacto se encontraba muy cercana a una zona habitada.

¿Cometas? ¿Meteoritos? ¿Bolas de gas? Está claro que los últimos eventos pueden haber sido producidos por armas, pero difícilmente el de Tunguska, ya que por aquella época no existían armas nucleares.

Para explicaciones fantasiosas, me quedo con la del relato “La esfera de fuego”, de Vladimir Nemcov, contenido en la recopilación Pólux: Seis relatos de ciencia ficción rusa. Aunque mi favorito, en este sentido, es Bola de fuego (Fireball), de Paul Davies (que también es fantasiosa, claro).

07 diciembre 2007

El problema de Data

Uno de mis episodios favoritos de Star Trek: The Next Generation es The Measure of a Man (“La medida del hombre”), en la que el comandante Data, un androide basado en los robots positrónicos de Isaac Asimov (Data dixit), debe enfrentarse a un proceso legal que debe determinar su estatus en la Flota Estelar: ¿es propiedad de la Flota o es un individuo libre e independiente?

El episodio, no sólo es un magnífico debate filosófico acerca de la condición humana y del libre albedrío, sino que plantea un problema ético al que tal vez en un futuro más o menos lejano debamos enfrentarnos: si una máquina creada por el hombre demuestra inteligencia y voluntad propia y estas características son indistinguibles de las humanas, ¿hasta qué punto debemos considerar que este ser es o no es independiente?

Dicho de otra manera: ¿es un ser consciente? ¿Es la consciencia dadora de derechos y libertades? Y si es así, ¿existe alguna limitación de estos derechos? ¿Deben concederse a un androide pero no, por ejemplo, a un primate, que es evidente que también tiene una cierta noción de existencia? ¿Y a un delfín? En definitiva, ¿son los seres humanos los únicos dotados de derechos como la libertad o este concepto puede extenderse a otros seres?

Es evidente que si algún día nos encontramos con una civilización extraterrestre, aunque sea muy diferente de nosotros, nadie pondrá en duda su inteligencia. Creo que dichos seres deberían ser tratados con respeto, como si fuesen realmente humanos, aunque claramente no lo sean y tendrían unos derechos básicos. Sinceramente, dudo que hubiese demasiadas opiniones filosóficas en contra de esta aseveración.

Pero, ¿qué sucede con una creación humana? ¿Qué pasa con un primate modificado genéticamente para que tenga una inteligencia comparable a la humana y que incluso sea capaz de expresarse mediante un lenguaje hablado como el nuestro? ¿No tendría derechos también? ¿No habríamos asumido la enorme responsabilidad de traer al universo a una nueva raza inteligente?

Vayamos más allá. Supongamos que la base fisiológica de esta nueva raza no es de origen biológico sino que se trata de silicio, o de otro material, como una supercomputadora aparentemente inteligente. ¿No tendría derechos? ¿Dónde está el límite? ¿Podemos establecerlo? ¿Existe, si quiera?

Es cierto que estamos muy lejos tecnológicamente todavía de crear seres como Data o que nuestra tostadora nos pregunte insistente y obsesivamente si queremos una tostada (véase The Red Dwarf), pero tal vez la ingeniería genética no esté muy lejos de conseguirle a un chimpancé una laringe humana y un área de Broca en el cerebro. Me gustaría saber qué decidiremos cuando tal cosa suceda.