27 agosto 2007

Quemando Cromo y redes zombis

Vivimos tiempos movidos. La informática, aparte de revolucionar toda nuestra vida cotidiana y aportarnos muchas más posibilidades, también nos ha traído nuevos quebraderos de cabeza. Tal vez, el más extendido, conocido y sufrido por los usuarios de todo el planeta sean los temidos virus.

Existe una variedad especialmente macabra de virus que no se dedica dejarnos la máquina hecha unos zorros, sino que toma el control de ésta y abre una puerta de escucha, esperando recibir un comando remoto que ponga en marcha las letales instrucciones que contiene dicho virus.

De esta manera, la computadora empieza a realizar acciones que escapan de nuestro control. Si el número de computadoras es suficientemente elevado, el dueño de la puerta de acceso puede realizar acciones masivas de importantes repercusiones.

Esto se conoce como una red zombi de ordenadores, porque los ordenadores actúan de manera automática bajo las órdenes de quien mueve los hilos. Al parecer, debido a la difusión masiva del virus Storm Worm, podría haber entorno a 1,700.000 computadoras infectadas y, por lo tanto, formando parte de una gigantesca red zombi mundial.

El misterio es que no se sabe ni quién la controla ni qué fechoría se está preparando para realizar, pero podría tratarse del mayor ataque distribuido de la historia de la informática. Pensemos que, habitualmente, una red zombi no suele llegar a controlar más de 20.000 computadoras.

Sinceramente, este tipo de acciones empequeñecen los ataques virtuales descritos en relatos y novelas de ciencia ficción. Podría ser que la red zombi tuviese como propósito colapsar un determinado servidor o red de servidores con alguna finalidad última. No necesariamente estas acciones son obra de gamberros cibernéticos.

Aunque el planteamiento es distinto, no he podido evitar acordarme del magnífico relato de William Gibson, “Quemando Cromo” (“Burning Chrome”, 1982), que empieza con la deliciosa frase: ”Hacía calor, la noche en que quemamos a Cromo.”. El relato, para quien le interese, se encuentra en el libro del mismo nombre Quemando Cromo. Del todo recomendable.