19 julio 2007

¡Hasta aquí podríamos llegar!

La inminente salida al mercado de la séptima y última parte de las aventuras de Harry Potter está generando una expectación fuera de lo normal, muy superior a la que generaron anteriores entregas. Y es que el morbo de saber qué personajes la van a palmar ante la previsible confrontación entre las fuerzas del bien y del mal es enorme.

Ahora bien, creo que se están pasando. Por ejemplo, parece que los camiones que transportan los libros en cuestión están controlados por GPS y rigurosamente vigilados. Los paquetes que contienen los libros, tienen alarmas y en su envoltorio figuran serias advertencias sobre lo “peligroso” que puede ser abrir los paquetes de marras antes de la fecha prevista para su venta. A lo mejor al infractor le cae una maldición gitana, vista la naturaleza de su contenido. ¡Ni que fuese el relic!

Todo ello con la intención de evitar filtraciones y que se sepa antes de hora (y por internet, por supuesto) el desenlace de la archiconocida saga del niño-mago. Aunque claro, si otras veces no se ha podido evitar, ésta parece que tampoco. Al parecer circulan ya por determinados sites de internet de cuyo nombre no quiero acordarme, tres posibles desenlaces de la serie, todos ellos bastante creíbles, según cuentan.

No obstante, la noticia que más divertida me ha parecido es la reacción del ministro de Industria, Comercio y Trabajo del estado de Israel, Eli Yishai, quien ha amenazado con serveras multas a las librerías o cualquier otro establecimiento que abra sus puertas el sábado para poner a la venta el libro en cuestión. Y es que el sabbat es el sabbat y pobre del que lo viole: ¡hasta aquí podríamos llegar!

En fin, que además de una maldición gitana, a los pobres infractores les puede caer una maldición judía, ya saben, como ésas del tipo: “ojalá crezcas como las cebollas: con la cabeza bajo tierra y con el culo al aire”. Ante tamaña oleada de hechizos, al final uno no se atreverá ni a acercarse al libro.

Y es que todo el mundo ha tenido que decir la suya sobre Harry Potter: que si era una obra satánica, que si era una metáfora sobre el mundo gay, que si los niños que leyesen a Harry Potter después no leerían sino basura, etcétera, etcétera, etcétera.

Yo particularmente esperaré a que salga la traducción para zamparme el libro a velocidad de vértigo y rezaré mucho para que nadie me chafe el final, aunque dada la polvareda levantada, admito que esta vez va a ser complicado.