08 febrero 2007

Tolkien inimitado

Se ha repetido hasta la saciedad que buena parte de la fantasía post-Tolkien no es sino una copia descarada de sus personajes, razas, reinos e incluso aventuras. No seré yo quien niegue la evidencia, pero creo que la esencia misma de Tolkien no ha sido explotada en absoluto. De hecho, su obra permanece intocada para la mayor parte de los imitadores, con y sin escrúpulos.

¿Por qué hago una afirmación tan categórica? Bueno, porque para empezar, Tolkien tiene un fondo y un contenido específicos que no son nada evidentes y que requiere de un cierto conocimiento del autor para poderlos apreciar. Aunque últimamente se ha escrito mucho sobre J. R. R. Tolkien, para la mayor parte del público lector de fantasía, Tolkien y su Señor de los Anillos no deja de ser una gran historia de aventuras en la que conviven magos, elfos, enanos, orcos, humanos y algún que otro ser más-que-maligno.

Pero si profundizamos en la obra de Tolkien, nos encontraremos con dos elementos vertebradores que no encontramos en otras producciones literarias. En primer lugar, existe una cultura propia creada a partir de la fusión de diversas mitologías e historias conocidas siguiendo el eje procedimental de la subcreación. Es decir, que el escritor nunca crea, sino subcrea, esto es, descubre los ecos de la Creación y construye nuevas historias que la reflejan.

Así, teniendo en cuenta que Tolkien era un católico conservador, algunas de sus obras, como en El Silmarillion se parecen claramente a la Biblia. Muchos de los elementos son vistos a partir de ese momento con otra luz. Así, los valar y los elfos tienen algo ángeles, Illúvatar es el Dios creador, mientras que Melkor es una especie de remedo de Lucifer.

Los grandes mitos son reflejados, previa distorsión, en los textos tolkenianos. El hundimiento de Númenor refleja tanto la caída de la Atlántida como la expulsión del Paraíso por culpa del orgullo del hombre y de su ambición desmesurada.

En cualquier caso, la subcreación lo baña todo. No son sólo unos simpáticos personajillos que las pasan moradas a fin de conseguir que el bien prevalezca sobre el mal al precio que sea. Es mucho más que eso. Y tal cosa, sólo se comprende desde los principios de la teoría de la subcreación.

Otro de los ejes vertebradores de la mitología tolkeniana, por llamarla de alguna manera, son las lenguas de la Tierra Media, lenguas que el propio Tolkien, amante y conocedor de las lenguas antiguas, inventó con todo cuidado mucho antes de que las propias historias tomasen forma.

Es decir, que el elemento central de la cultura, la lengua, es anterior al texto en sí. No es que Tolkien haya creado un mundo y haya dotado a sus razas de lenguas propias, es que las lenguas son anteriores al mismo mundo: En el principio fue el verbo.

Estos dos elementos característicos: la subcreación y las lenguas previas, no se observan en muchas novelas fantásticas posteriores. Es cierto que en muchas de ellas aparecen extraños lenguajes, pero suelen ser complementos a posteriori de las historias.

Incluso me atrevería a añadir un tercer elemento: la originalidad de la lucha entre el Bien y el Mal en la obra de Tolkien, en donde el mal es tan grande que resulta casi invencible. No es el sacrificio ni la redención lo que vence propiamente al mal, sino un pequeño acto aleatorio, previsto desde el principio de los tiempos. También aquí se respira una originalidad poco explotada a posteriori.

Tolkien creó un mundo nuevo considerándolo un reflejo de nuestro mundo. Si bien inicialmente su intención era, simplemente dotar a Inglaterra de una mitología propia, ajena a los mitos artúricos de origen continental, lo que consiguió fue mucho más que eso. Y para lograrlo, invirtió la práctica totalidad de su vida.

Pocos escritores hoy día pueden permitirse algo así. De hecho, casi me atrevería a decir que ninguno puede permitírselo. ¿Cómo va a ser realmente imitado Tolkien, entonces?