04 diciembre 2006

Punto de fuga

Hay una cosa que sólo la literatura de ciencia ficción puede hacer de manera adecuada y que los otros géneros no están preparados para tratar. Para ver de qué hablamos, situémonos en los confines del Sistema Solar, en un lugar en que el Sol es simplemente una estrella brillante y la Tierra se ve como un punto azul pálido. Ésa es la necesaria perspectiva para nuestro razonamiento.

Desde esa distancia, todo, absolutamente todo lo que hemos sido y somos está contenido en un ínfimo punto azulado: las pirámides, el Imperio romano, Chichén Itzá, el Louvre, el Himalaya, la Odisea, las guerras púnicas, el asesinato de Lincoln, la I Guerra Mundial, el automóvil, internet, Hiroshima, el Ramayana, la Esfinge, la Gran Muralla china, el ajedrez, las seis mil lenguas habladas, Mozart, Kubrick, Fidias, Velázquez, Miguel Ángel, Venecia, el Etna, los dinosaurios, las hormigas, Platón, el existencialismo, la microelectrónica, la medicina… casi todo lo que seamos capaces de imaginar. Pero no todo.

Hay cosas que son mucho más grandes que nuestro pequeño sistema solar y que la ciencia ficicón trata a diario. No se trata de una simple cuestión de escala, sino más bien de un punto de vista.

Al ponernos a tal distancia y mirar la Tierra desde una panorámica cósmica, propia de la ciencia ficción, tenemos una sensación de insignificancia y de vulnerabilidad. ¿Realmente todo lo que somos y hemos sido se reduce a un insignificante punto azul pálido sobre un fondo negro en la inmensidad?

Pues parece que sí. Aquí no hay lugar para la soberbia. Seremos inteligentes, seremos conscientes y seremos exploradores, pero estamos contenidos en ese insignificante punto azul. Siempre hay una perspectiva adecuada que empequeñece hasta la insiginificancia nuestros posibles logros tecnológicos y filosóficos. ¿Da que pensar, no?