09 mayo 2006

Jaunteando

Una de las cosas que más me gustan de la ciencia ficción es su capacidad especulativa, aunque a veces se queda corta. Pongamos un ejemplo práctico: Las estrellas, mi destino, de Alfred Bester. En esta magnífica novela, remedo moderno de El conde de Montecristo, el autor especula sobre una nueva habilidad adquirida por los humanos: el jaunteo o capacidad de teletransportarse utilizando el poder de la mente.

En el fondo, no es muy diferente del clásico teletransportador o desmaterializador de Star Trek o de otras series y novelas del género. Pero, ¿alguien se ha planteado realmente las consecuencias que tendría esta nueva tecnología o capacidad?

Para empezar, adiós a las ciudades. ¿Qué sentido tiene tener vecinos por todas partes y vivir apretujados si puedes vivir cómodamente en medio del campo y acudir a los servicios comerciales y de ocio teletransportándote? Posiblemente seguirían existiendo algo parecido a las ciudades, aunque sin habitantes permanentes. O tal vez sí que tendrían habitantes: aquellos que no pudiesen jauntear o no tuviesen acceso a la tecnología del teletransporte.

Otra de las consecuencias nada desdeñables es que los transportes desaparecerían: no más aviones, no más coches, ni carreteras, ni autopistas, ni cruceros marítimos... Nada de todo eso sería necesario. ¡Qué cantidad de territorio se recuperaría! Aunque posiblemente la gran dispersión de la población rural convertiría la superficie de la Tierra en algo bastante homogéneo.

Un detalle nada desdeñable es que se acabarían las prohibiciones. ¿Cómo vamos a tener parques naturales cerrando sus accesos si cualquiera puede entrar? ¿Y la reserva monetaria? ¿Qué pasaría con los terroristas? ¿Cómo íbamos a enviar a nadie a la cárcel si podría escaparse ipso facto? ¿Y cómo sencillamente íbamos a poder detener a nadie? ¿Alguien se ha planteado cómo controlaríamos a los adolescentes? ¿No enseñándoles a jauntear hasta la mayoría de edad?

La verdad es que sería un mundo de pesadilla. La ley y el orden desaparecerían en el momento en que la gente no pudiese ser castigada por sus malas acciones. La privacidad sencillamente desaparecería. Cualquiera podría materializarse en cualquier sitio. En el caso del teletransportador, podríamos enviar microcámaras que filmasen cualquier situación. Sencillamente, el mundo experimentaría una revolución de tal magnitud que no tengo muy claro cómo afectaría a la civilización.

Algunas de estas cuestiones han sido planteadas en el libro Luz de otros días, de Stephen Baxter y Arthur C. Clarke, en concreto las del fin de la intimidad. No tengo muy claro que nuestra sociedad pudiese adaptarse fácilmente a tanto cambio.

Lo peor sería que el cambio muy posiblemente sería gradual. Al principio, sólo unos pocos individuos serían los privilegiados en jauntear o en disponer de teletransportadores. Éstos se convertirían en poco menos que dioses. Pero cuando la mayor parte de la población accediese al jaunteo sobrevendría el caos.

Imaginemos: ¿tengo hambre? Pues me transporto al supermercado y cojo lo que necesito y me largo sin pagar. Claro que, ¿para qué molestarse en llenar un supermercado si ya no es negocio? Es más, ¿para qué cultivar el campo, criar ganado o mantener fábricas en funcionamiento?

No sé, no confío mucho en la capacidad de los seres humanos de hacer cada cual su trabajo y ser honestos los unos con los otros. ¿De veras nos gustaría un mundo con jaunteo o con teletransportadores?

1 Comments:

At 8:16 p. m., Anonymous Anónimo said...

vaya, qué casualidad, justo esta tarde he acabado la relectura de "Las estrellas mi destino". (Relectura que me ha llevado un día y una hora, dios como engancha el libro).

Yo también desconfío mucho de un mundo con jaunteo o teletransportadores. Sería un caos y un (casi)continuo pillaje. Aunque si es como en el libro de Bester que antes hay que haber estado o visualizar un sitio para poder ir se conseguirían mantener lugares algo más apartados e inaccesibles. Las cárceles o a oscuras o en el espacio jejeje.
Es curioso como en este tipo de cosas los mayores problemas vienen de las cosas más cotidianas como lo que dices de los supermercados y las fábricas.

Un saludo, que hacía mucho que no nos cruzábamos :D

 

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