25 enero 2006

Correlaciones: Donde solían cantar los dulces pájaros

Ayer escuché en las noticias que en un pueblo del sur de Catalunya se habían manifestado en bloque en contra de incluir unos terrenos en las afueras dentro de un plan de protección especial para las aves, por imposición de la Unión Europea. El motivo de la queja era que dicha medida imposibilitaría el crecimiento del pueblo con las consecuentes repercusiones económicas que conllevaría.

Por supuesto, todo el mundo tiene derecho a tratar de proteger sus intereses y a manifestarse ordenadamente por lo que quiera. ¿Pero quién defiende a los que no votan aunque sus antepasados lleven ahí milenios? Me refiero, naturalmente, a las aves y otros animales.

Recuerdo todavía con una cierta mala leche las declaraciones de un dirigente socialista que ante las protestas por la tala de unos árboles centenarios para la construcción de una carretera manifestó (y se quedó tan ancho) que "primero eran las personas antes que los árboles". Supongo que después de incumplir flagrantemente el protocolo de Kyoto y tras los continuos desastres ambientales de la última década, no lo diría hoy con tanta chulería.

Pero volvamos a las aves. Ellas no votan y para la mayor parte de las personas, no dejan de ser algo más o menos folklórico. De hecho, incluso algunos las ven como una amenaza a raíz de las últimas paranoias informativas acerca de la gripe aviar. Así que podemos pisotearlas impunemente y quedarnos tan anchos.

¡Pues qué queréis que os diga! No voy a entrar en disgresiones ecológicas (que no ecologistas) acerca de la conservación del medio ambiente y de que todo está ligado, porque el que no quiere oír ni se va a inmutar.

Pero al menos dejadme que os diga que no me apetece un mundo sin pájaros, sin aves. No quiero vivir en un mundo como el de Donde solían cantar los dulces pájaros de Kate Wilhelm o el de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick, en que los animales se han convertido en algo exótico y rarísimo. Ni tampoco en el de "Siete vistas de la garganta de Olduvai", de Mike Resnick, en donde un safari fotográfico por tierras africanas se considera un éxito si es posible fotografiar a unos pocos ejemplares de vida animal. O el de "El huevo", de Howard Fast, la historia del último pájaro en la Tierra.

Tengo la enorme suerte de vivir en una zona con un entorno natural más que envidiable, en la comarca de la Cerdanya, en pleno Pirineo. Aún así, hasta aquí llegan los problemas ambientales y reconozco que a veces recuerdo con cierta nostalgia cuando en mi infancia era relativamente natural ver sobrevolar unos cuantos ejemplares de águilas por las alturas. Hace tiempo que no las veo: no sé qué habrá sido de ellas...